De
lo único que somos dueños en nuestra vida es de nuestro libre albedrío,
de nuestra libertad… sin embargo a menudo la hipotecamos creando cada
vez más y más apegos que terminan adueñándose de nosotros. descubre aquí
que el auténtico desapego es no dejarse poseer por nada ni por nadie…
La palabra “desapego” está muy de actualidad en contextos como el de la autoayuda, el crecimiento personal y la espiritualidad.
Algo
que está ocurriendo muy a menudo es que tendemos a confundir algunos
términos y enfoques. Desapego no es, en absoluto, “no poseer nada” o
construir relaciones afectivas donde evitar precisamente ese apego
afectivo que nos aporta seguridad y bienestar.
Desapego es algo más íntimo a la vez que esencial para nuestro equilibro psicológico y emocional: se trata de evitar que las cosas –y las personas– nos posean a nosotros.
Hemos de ser capaces de darnos a los demás en libertad
para construir relaciones más armónicas y respetuosas, sin dependencias,
sin victimismos ni las recurridas frases de “sin ti yo no soy nada”.
Te invitamos a reflexionar sobre ello.
El apego y el desapego
El
término del desapego hunde sus raíces en el budismo. No obstante, en el
campo de la psicología y la pedagogía tenemos, por ejemplo, la crianza
con apego y las relaciones basadas en un apego saludable.
Son dos
conceptos distintos que es necesario comprender para beneficiarnos de
ellos, para construir así relaciones mucho más íntegras donde respetar
y, a la vez, ser respetados.
El apego saludable
Para el budismo uno de los mayores focos de sufrimiento es el apego. No
obstante, la connotación que tiene aquí no está relacionada con el
apego en el campo de la crianza o las relaciones afectivas.
Veámoslo con detalle.
El ser humano, cuando nace, necesita de sus semejantes para sobrevivir y, a la vez, sentirse seguro para entender el mundo.
La
crianza con apego saludable es aquella donde los padres atienden las
necesidades del niño, donde se le permite estar cerca para sentirse
seguro, y donde las caricias, los abrazos y un vínculo nutrido por el
amor son clave para el desarrollo de esa criatura.
Por su parte,
las relaciones afectivas basadas en un apego maduro son aquellas donde
dos personas se dan la una a la otra en libertad para construir una
relación respetuosa y feliz.
Las personas necesitamos afianzar el
vínculo con las personas que amamos y ello implica desarrollar un tipo
de apego con el que sentirnos seguros, con el que sentirnos unidos a
alguien que nos quiere y al que queremos.
Si en algún momento
aparece la dependencia, el chantaje y la necesidad de control, ese apego
ya no es saludable y se convierte en tóxico.
El desapego como forma de integridad personal
Profundicemos
ahora en el desapego para matizar aspectos importantes. Este término no
quiere decir, en absoluto, que debamos renunciar a cuanto poseamos,
porque el desprendimiento absoluto de todas las cosas no es sinónimo de
felicidad.
La carencia es precisamente uno de los mayores focos de
incertidumbre, de miedo y de tristeza. Ahora bien, el exceso de
dependencias, de actitudes que nos aferran a cosas, a personas y a
escenarios, sí son focos de sufrimiento.
Si construimos nuestra
vida alrededor de una sola persona hasta el punto de que nuestra
felicidad dependa de su estado de ánimo, caprichos y actitudes, entonces
“hay algo que estamos haciendo mal”.
Si estamos “apegados” a
nuestra familia de tal modo que no nos atrevemos a hacer vida propia
lejos de los muros paternos, también “hay algo que estamos haciendo
mal”.
Si nos aferramos al trabajo, a la necesidad exclusiva de
ascender, de ganar más dinero para poseer más cosas y tener más estatus
social, “hay algo que estamos haciendo mal”: nos estamos olvidando de
ser felices.
El desapego es una forma de integridad personal,
porque nos recuerda que la felicidad no está en el bolsillo de los demás
o en acumular cosas.
La felicidad nace primero en nuestro interior para sentirnos personas completas, libres y maduras.
Cómo aplicar el “desapego” en nuestra cotidianidad
Acepta
la incertidumbre. Cuando te pongas una meta o un objetivo, no
concentres toda tu esperanza y felicidad en el resultado. Aprender del
proceso y aceptar la incertidumbre también es fundamental.
No
centres tu bienestar y felicidad en función de lo que los demás hagan o
dejen de hacer. Es una fuente de sufrimiento que debemos saber
controlar.
Intenta depender de tus propias acciones y sé receptivo a lo que las personas hagan de modo espontáneo y sin que tú lo esperes.
Si te obsesionas con que hagan determinadas cosas por ti cada día y en cada momento, vivirás en la infelicidad.
No
confundas deseo con necesidad. No es lo mismo, por ejemplo, “desear”
que me toque la lotería, a “necesitar” ser agraciado con el premio
porque solo así se solucionarán mis problemas.
Las personas
inseguras son las que más necesitan aferrarse a quienes les rodean,
quienes más precisan de tener cosas o de conseguirlas, porque así sacian
sus carencias emocionales.
Cuida de tu autoestima, llena tus
carencias con certezas, con la seguridad de que eres una persona
completa, capaz no solo de ser feliz, sino de hacer felices a los demás.