Las mejores cosas de nuestra existencia, en realidad, nunca son “cosas”: son momentos,
lecciones, recuerdos, son abrazos intensos bajo la lluvia y emociones
que recorren nuestra piel por aquellas palabras sinceras susurradas al
oído. Todo ello acontece cuando nos sentimos verdaderamente libres y receptivos a lo que nos rodea, sin miedos, sin actitudes limitantes, sin prejuicios…
Una de las premisas que definen a la psicología positiva es la eterna cuestión de cómo ser más feliz. Martin Seligman,
máximo representante de esta tendencia y célebre psicólogo famoso ante
todo por sus trabajos sobre la depresión y la indefensión aprendida, nos
señala que una forma de conseguirlo es mediante el “engagement”. Sería esa capacidad para involucrarnos en los aspectos más positivos y simples de la vida, tales como soñar, abrazar, reír…
Las mejores cosas de esta vida son gratis y no se pueden ver, porque las ofrecemos y las sentimos con los ojos cerrados: besar, abrazar, soñar…
Por curioso que resulte, no siempre es fácil darnos cuenta de cómo nos enriquecen este tipo de actos tan simples. A veces, perdemos el rumbo de tal manera que al final, acabamos construyendo una vida en la que no somos felices.
Nosotros mismos alzamos nuestras propias cárceles y esos escenarios
donde se pierde el valor de las cosas más sencillas, las más auténticas…
Las psicología positiva y el valor de las pequeñas cosas
Hasta
no hace mucho la psicología se centraba -ante todo- en describir esas
áreas asociadas o bien a patologías o a aspectos negativos como la
depresión, el estrés, la ansiedad. A casi nadie se le había ocurrido enseñarnos algo tan esencial como aprender a “ser felices”.
Era como si cada uno de nosotros llegáramos al mundo con “un chip”
instalado de fábrica que nos facilitaba alcanzar ese estado de forma
natural.
No obstante, el ser humano tiene una extraña “habilidad”
para no ser feliz o al menos, no sentirse tan realizado o satisfecho
como desearía. Por ello, en 1999 la Organización Gallup fundó el
Instituto de Psicología Positiva y en el 2006 Martin Seligman se
convirtió en uno de los principales abanderados de esta tendencia que
incide en diferentes aspectos, como que la riqueza no da la felicidad o y que la modernidad o la tecnología tampoco hace a las personas más alegres…
Un
aspecto esencial que nos enseña la Psicología Positiva es que las
emociones negativas nos ayudan a sobrevivir de forma individual. El
miedo, nos empuja a huir, la tristeza a reconocer que algo va mal para
“reconstruirnos por dentro”. Por su parte, las emociones positivas nos permiten conectar con los demás para sobrevivir como especie, de ahí los abrazos, las palabras amables, las caricias, la amistad, el amor…