Es hora de dejar atrás todo tipo de culpa para poder cumplir todo lo que tenemos por delante. No hemos nacido para el dolor, sino para disfrutar cada día que comienza. Nuestra función no es herir al otro, ni herirnos a nosotros mismos, sino encontrar las formas y estrategias para poder ayudarnos a nosotros mismos y así poder ayudar a los demás.
Si estás decidido, comencemos.
• Si me equivoco, pido perdón y sigo adelante; no me detengo ahí
Si te has equivocado, pide perdón a aquella persona que ha salido perjudicada y sigue adelante. No te detengas ni te quedes pidiendo perdón mil veces. Si te has equivocado, con que pidas perdón una vez con sincero arrepentimiento basta. Cuando nos equivoquemos, resolvámoslo rápido, dejemos de culparnos todo el tiempo. Una vez que lo hemos hecho, tratemos de no repetir el error y prosigamos hacia nuestros objetivos.
• Si me equivoco, reparo el daño producido
Reparemos, en la medida de lo posible, el daño producido. Si a través de un mensaje manipulaste a esa persona, envíale otro reparando el hecho y dile todo lo bueno o importante que es para ti. Cambia a positivo lo negativo. Eso es reparar.
• Si me equivoco, verbalizaré mi culpa
Había un empresario muy próspero, que fue a esquiar. El hombre se enamoró de ese deporte y fue a ver a sus padres, ya ancianitos, porque se sentía culpable. Le dijo a su padre: «Me siento culpable porque me gusta esquiar y, además, estoy trabajando todo el día. Me siento mal porque no vengo a veros.» Y el padre le dijo: «Hijo, ve tranquilo y disfruta. No te preocupes, hablaremos por teléfono; pásalo bien, nosotros estamos bien.» ¿Qué hizo el padre? Lo liberó de la culpa.
Del mismo modo que este padre, nosotros debemos liberar a los demás de toda culpa.
Si algo te hace sentir mal, decláralo, porque la culpa trabaja en soledad y silencio.