Somos nuestros peores enemigos, nos grita el espejo una y otra vez. Nos comportamos como tiranos ante nuestra imagen y eso se refleja en que nuestro diálogo interno es verdaderamente terrorífico.
“No soy feliz como soy”. “Tengo un cuerpo que no me gusta”. “No
me veo bien”. “Detesto mis dientes, mi pecho, mis caderas”. “Estoy en
los huesos, no tengo formas”. “Tengo mucho kilos de más”. “Desde el
embarazo no he recuperado la figura”. “Nunca me acerco a los demás por
miedo a que me rechacen”. “Tengo miedo de que me juzguen”. “Todos mis
amigos tienen pareja menos yo…”
Se nos olvida que no estamos hechos para encajar en un molde, por eso hasta que no lo entendamos no estamos a salvo con nosotros mismos.
Porque, si cada vez que nos miramos al espejo nos regañamos
por la grasa de nuestros muslos, por la falta de pecho o de glúteos,
por los rollitos de nuestra espalda o por las arrugas de nuestro rostro
estamos recreando un espacio interno dedicado al castigo y a la
humillación en vez de al amor y a la seguridad.
Ni nos imaginamos lo que nos perdemos por no mirar más allá del espejo,
no nos podemos hacer una idea de lo que comprometemos nuestro bienestar
cada vez que huimos de observarnos, de explorarnos y de reconocernos en
nuestra figura y en nuestras perfectas imperfecciones.
Una historia, unas fotos y el amor
Todo comenzó cuando un día la fotógrafa Victoria Caroline
fue contratada por una mujer para realizarse una sesión de fotos con la
que sorprender a su marido encajada en una sutil y sensual lencería.
Todo fue sobre la marcha, la mujer se mostró arrebatadora, divertida, pícara, sexy y muy segura de sí misma. De hecho, la fotógrafa quedó muy satisfecha con el resultado y felizmente dio por finalizada la sesión.
Sin embargo, una vez acabada ésta fue cuando la mujer, que usaba una
talla 46 (18), miró fijamente a la fotógrafa a los ojos y le dijo: “Quiero
que utilices Photoshop para eliminar mis marcas rojas, mi grasa, mis
estrías, mis arrugas y toda aquella carne que no está donde debe estar”.
Victoria realizó su trabajo, retocó las fotos e imprimió un álbum estupendo con
el cual su clienta quedó encantada. Pero con el paso del tiempo sucedió
algo que sacudió a esta artista y por lo que decidió publicar esta
historia en su Facebook: el marido de su clienta le escribió este correo electrónico.
“Cuando mi mujer me dio el álbum y lo
abrí, se me hundió el corazón. Se nota que las fotografías son un
trabajo hermoso y obra de una fotógrafa con mucho talento pero… no son
de mi esposa.
Usted ha hecho que cada uno de sus
defectos desaparezcan y, aunque estoy seguro de que eso es exactamente
lo que ella le pidió que hiciera, al borrarlos se fueron también las marcas que atestiguan nuestra vida juntos.
Cuando borró las estrías, se llevó la prueba de vida de nuestros hijos.
Al quitar sus arrugas, las marcas de expresión de las risas y
preocupaciones que hemos pasado juntos durante estas dos décadas. Cuando
le quitó la celulitis, los momentos en que ha cocinado y cuidado de
nosotros.
Fue al ver esas imágenes irreales,
cuando me di cuenta de que, sinceramente, no le digo a menudo lo mucho
que la amo y adoro como es, con todos sus defectos. Ciertamente lo
escucha tan poco que, ella ha creído que estas imágenes con Photoshop
son realmente lo que yo quería y necesitaba ver.
Sinceramente, debo hacerlo mejor, y para el resto de nuestros días celebrar cada imperfección. Gracias por el recordatorio.”
Esta historia nos invita a hacer las paces con nuestro cuerpo y olvidarnos de la guerra que mantenemos por estética
con nuestro peso y nuestra talla. Nuestra valía depende de nosotros, no
de nuestro cuerpo. Si deseamos cambiar algo, que sea por nuestra salud y
no por presión social.
La llave de la belleza está dentro de los ojos con los que te mires, y solo tú puedes sentirte hermosa por dentro y por fuera. Por eso, esta historia demuestra que tal y como
Saint-Exupèry escribió en El Principito, “solo se ve bien con el corazón, pues lo esencial es invisible a los ojos”.