Las Comparaciones Son Perjudiciales Para El Crecimiento Personal

3 de abril de 2019

Las comparaciones son perjudiciales. Cada ser humano tiene sus virtudes y defectos, unos brillamos en unas cosas y otros en otras. Jamás debemos compararnos con nadie porque somos únicos e irrepetibles, y lo único que conseguiríamos sería dañar nuestra seguridad y amor propio.

¿Compararías a un pájaro con un pez? Sería erróneo porque son dos especies diferentes, y si las valoráramos por la capacidad de volar, claramente el pájaro sería mejor, pero si las comparáramos por la capacidad de estar bajo el agua, el pez saldría victorioso.


En este caso es fácil darse cuenta de que comparar no tiene ningún sentido porque cada uno tiene su potencial en su faceta. Pero con las personas, a menudo, hacemos lo mismo y no nos damos cuenta de que cada ser humano es diferente y compararlos no es nada acertado.

Uno puede ser mejor dando conferencias en público y otro puede ser un as de la informática. Por ello, dependiendo en qué faceta nos centremos, nos parecerá mejor una persona que otra, pero en realidad somos iguales, todo es muy relativo y todos poseemos el mismo valor.

Cuando son los demás quienes nos comparan

Hay otro problema con el que mucha gente se encuentra. A veces, no son ellos mismos quienes se compararan con los demás, sino que es alguien de su alrededor. Me he encontrado infinidad de veces a personas que se quejan de que su familia les compara con alguien.

Un ejemplo esclarecedor

Una chica, llamémosle Ana. Decía que sus padres la presionaban, le decían que tenía que ser como su vecina de simpática, abierta y agradable con todo el mundo. Por ese motivo ella sentía que no era válida, que era peor que los demás. Ya era mayor de edad, pero le costó darse cuenta de que la opinión ajena no debería dañar su seguridad.

Lo que opinen otros, incluso la familia, no es válido, porque igual no tienen los conocimientos necesarios para ver las cosas desde un punto de vista racional y verdadero. Hay personas abiertas, sociables, otras lo son menos, pero todas son necesarias. Complementarse es bonito.

Las comparaciones son perjudiciales, tanto si somos nosotros quienes lo hacemos, como si lo recibimos del exterior.

Ana, con inseguridad y afectada por las presiones que recibía de sus padres, dijo que a pesar de las continuas comparaciones que recibía, no odiaba a su vecina. Se hizo su amiga y fue cuando se dio cuenta de que nadie es peor que nadie.

Hablando entre confesiones, su vecina le dijo que dentro de sí misma sentía malestar, que la envidiaba enormemente por ser reflexiva, tranquila y centrada y sobre todo con la capacidad de estar bien sin pareja.

Ana no daba crédito al sentirse envidiada, le dijo que a pesar de tener esas virtudes que le reconocía, era una chica cerrada, seca y poco sociable y que le gustaría ser como ella de simpática, ya que se le abrirían más puertas. Las dos se sacaban defectos, las dos personalidades tenían su lado bueno y malo. Ana no era peor por no tener soltura al socializar, era tan solo un punto débil que poseía, pero trabajándolo podría mejorar.

Las comparaciones siempre son injustas

Ana pudo ver, que a pesar de la apariencia de éxito y felicidad que daba su vecina, no se sentía bien con ella misma, pudo ver los defectos que tenía escondidos en lo más interno de su ser. Su fachada eran tan solo unos cuantos rasgos de virtudes, pero también tenía sus inseguridades, y esa exagerada simpatía que desprendía la necesitaba para recibir la aprobación de los demás.

Al final Ana llegó a la conclusión, de que a pesar de que su gran fuerte no era la sociabilidad ni simpatía, poseía grandes virtudes, que sus padres estaban muy equivocados al presionarla para que fuera como su vecina porque no la conocían verdaderamente, solo veían lo superficial, pero nadie sabe lo que uno lleva por dentro.

En realidad, la fachada que demos a los demás es lo de menos. Importa más como nos sintamos por dentro. Si uno se siente bien, no tiene por qué ser como los demás quieran.

Debemos aceptarnos y saber que tenemos puntos débiles, pero también poseemos muchas otras cosas buenas.

Las comparaciones son perjudiciales, cada cual es como es y lo más importante es tener la capacidad de centrarnos y explotar lo bueno que tengamos, dejando de lado los puntos débiles, o en todo caso, trabajar para mejorarlos, si así lo deseamos nosotros y no porque nadie nos lo diga o exija.

 
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