Existen todo tipo de personas, unas que con su ayuda nos aligeran nuestro andar, y otras que son como piedras en el camino que no nos lo ponen nada fácil. Cada uno de nosotros va escogiendo quienes están a su lado y a qué personas poner límites para evitar tropiezos.
Ahora bien, alguna vez te has preguntado ¿Por qué hay personas que siempre están dispuestas a ayudar?, y ¿Qué las motiva, incluso cuando no les estás pidiendo apoyo? Se trata de personas que llevan la amabilidad por bandera, y siempre están dispuestas a echar una mano.
Podríamos creer que la amabilidad es siempre buena, pues ayuda a mantener nuestro bienestar, pero no lo es cuando se sobrepasan los límites y se actúa en todos los momentos de forma amable. Se trata de amabilidad tóxica, una forma increíble en la que nos olvidamos de nosotros por estar al tanto de los demás.
Amabilidad excesiva, cuando me desdibujo
A veces damos tanto por los demás, que dejamos de pensar en nosotros mismos. Piensa en la típica situación en la que una madre hace todo por el bienestar de sus hijos y se preocupa tanto por ellos, que se olvida de sus propias necesidades.
No quiere decir que hacer algo por el otro este mal, pero centrarnos en ello solamente sí. Entonces, contamos con situaciones en las que queremos complacer a los demás, bien sea porque nos pidan ayuda, o porque sin pedirla creamos que nos necesitan y nos ofrezcamos a hacerles sentir bien por todos los medios.
Aunque no lo creas ese exceso de amabilidad puede llegar a incomodar, pues a veces no dejamos que la otra persona realice lo que desea porque nos adelantamos a ella. Entonces, nos enfocamos tanto en lo que creemos que la otra persona necesita y nos olvidamos de lo que nosotros necesitamos.
De este modo, nos desdibujamos, nos comenzamos a volver invisibles gracias a nuestras propias acciones. Al estar siempre al tanto del otro, nos ponemos de últimos. Es una forma de pasar de nosotros, de restarnos importancia.
Cuando no soy capaz de decir no por mi amabilidad excesiva
También puede suceder que le demos a la amabilidad un valor muy alto. Entonces, como creemos que debemos ser amables, no marcamos límites y siempre decimos que sí a todo. Estamos dispuestos a lo que nos pidan con tal de ser buenas personas.
¿Qué de malo tiene? Si son cosas que no te incomodan por supuesto que no tiene nada de malo, pero imagina que por ser amable tienes que estar en una situación incómoda. ¿Estarías dispuesto a sentir un malestar solo por ser amable?
Muchas veces caemos en esta trampa, creemos que para ser buenas personas tenemos que aceptar lo que nos pidan, pues así complacemos a los demás y quedamos bien con ellos. Pero ¿y nosotros? Ningún extremo es adecuado, se puede ser amable poniendo límites para no pasar por encima de nosotros mismos ni dejar que otros lo hagan.
Desventajas de la amabilidad excesiva
La amabilidad tóxica trae una serie de obstáculos para nosotros y para nuestro entorno. Échales un vistazo a las siguientes desventajas, para que no te olvides de ti por ser demasiado amable:
- Inseguridad.
- Baja autoestima.
- Menor autoconocimiento.
- Relaciones menos auténticas.
- Retroalimentación del sentimiento de culpabilidad.
- Incrementa la dependencia en las relaciones.
- Mayor ansiedad.
- Puede aumentar la necesidad de aprobación de los demás en todo momento.
Estas son sólo algunas de las desventajas de la amabilidad tóxica. Es como un círculo vicioso en el que nos olvidamos de nosotros. Va disminuyendo nuestra valía, y creamos relaciones que nos pueden causar sufrimiento, porque siempre estamos a la espera de lo que necesite el otro.
Entonces, cuando no está el otro no sabemos qué hacer porque siempre actuamos para él. Al igual que si se enfada, como no estamos acostumbrados a pensar en nosotros cuando el otro no está disponible, nos comienza a costar estar con nosotros.
Estrategias para dejar de ser amable en exceso
Ahora bien, aunque la amabilidad excesiva puede llegar a convertirse en parte de nosotros, existen formas de comenzar a ser amables de una forma más sana. Así, nos damos el valor que merecemos y contamos con relaciones más auténticas y fluidas.
- Pon límites. Hazle saber a las personas hasta dónde pueden llegar contigo. Es decir, decirles las cosas que te molestan, lo que no harías, lo que te incomoda, etc. Así, las personas sabrán qué cosas pueden pedirte y cuáles no.
- Dile adiós a la culpabilidad. A veces hay que decir no. Deja de sentirte culpable por no hacer un favor o no estar siempre para las demás personas. No tienes que hacerlo, y eso no significa que dejes de ser amable, quiere decir que también te consideras importante.
- Haz una lista con tus prioridades. Puedes seguir estando para los demás, pero sin dejarte a un lado. Organízate y decide cuáles son las cosas primordiales en tu vida. Así, sabrás con que tiempo cuentas para los demás y en qué momentos puedes estar para ellos.
- Autoconócete. Así sabrás qué es lo que quieres, entonces será más fácil poner prioridades y límites a los demás. Y, entenderás con mayor profundidad tus sentimientos y pensamientos y podrás comprender por qué te cuesta ponerte atención.
Como puedes ver se trata de preocuparte por ti, no será tan complicado pues si ya sabes tratar muy bien a los otros, seguro que puedes hacerlo contigo. Entonces, no olvides que la amabilidad es importante, pero en su justa medida.
El precio de ser excesivamente amables con los demás es dejarnos a un lado. Ahora bien, para dar la cuota justa de amabilidad debes confiar en ti y valorarte, solo si te aprecias y sabes lo importante que eres entenderás que nadie está por encima tuyo.
Además, ten en cuenta que aunque tus intenciones sean las más bondadosas, hay quienes pueden aprovecharse de tu amabilidad excesiva, pues saben que obtendrán lo que desean porque siempre dices que sí. Céntrate en ti, prioriza y pon límites. En ti está tu poder.