A menudo, solemos quedarnos “bloqueados” y sin saber qué hacer cuando
se trata de sanar emociones, traumas, miedos, etc… Entonces buscamos
ayuda y probamos mil y una terapias.
Las terapias van muy bien, pero si éstas no consiguen que logremos
sanar aquello que está en nuestro subconsciente y que debemos sanar, va a
seguir ahí (en el subconsciente) y en un momento dado, aflorará a la
superficie en forma de síntomas o enfermedad.
Sanar no es fácil, pero tampoco es difícil… se requiere de paciencia, constancia y mucha auto-observación.
La misma vida, nos está reflejando constantemente, todo aquello que ya hay en nuestro interior (en nuestro subconsciente).
Cuando algo no nos gusta de otra persona, o nos molesta o nos causa
malestar (irritación, enojo, ira, odio, etc…) no es la otra persona
quien nos lo está causando, sino que somos nosotros mismos que vemos
reflejado en la otra persona aquello que debemos sanar.
Vemos en la otra persona algo que no nos gusta, y automáticamente nos sentimos mal.
Cuando estás con alguien y esa persona te hace sentir mal, observa
qué es lo que realmente sientes… también observa qué es lo que no te
gusta de la otra persona… y observa cómo reaccionas con esa persona…
Te darás cuenta de que si no te gusta algo de esa persona, la
rechazas, te sientes incómodo cuando estás con esa persona, o
simplemente evitas estar con ella.
Cuando haces esto, no eres consciente de que esa persona te está
reflejando algo que está en ti, en lo más profundo de tu subconsciente,
de lo cual no te has dado cuenta, y por tanto, niegas eso… lo rechazas…
no lo quieres aceptar y te alejas de esa persona… dejando atrás una
oportunidad de poder sanar.
Sanar es más fácil de lo que solemos pensar…
Debemos prestar atención a esas emociones negativas que “nos causan
los demás”… ver qué es lo que no nos gusta de ellos y ser conscientes de
que ellos no tienen “la culpa”, sino que son un espejo de nosotros
mismos para ayudarnos a tomar consciencia de aquello que está escondido
en nuestro subconsciente y que no hemos sanado.
Por tanto, cada vez que alguien te haga sentir mal, incómodo, irritado, molesto, enojado, etc…
Revisa Tu Interior
Pregúntate “¿Qué es lo que hay en mi que me causa malestar?“.
Eso mismo que ves en la otra persona, y que no te gusta, es lo que tienes que “trabajar” para sanar.
Por ejemplo, si no me gusta ver a alguien enojado, voy a “trabajar” la paciencia.
Si no me gusta ver a alguien egoísta, voy a “trabajar” la generosidad.
Si no me gusta ver a alguien lleno de ira, voy a “trabajar” la tolerancia.
Si no me gusta ver a alguien que no respeta, voy a “trabajar” la amabilidad y el respeto hacia los demás.
También es importante observar nuestro cuerpo físico. Cuando hay
algún síntoma, nos está avisando de que hay algo en nuestro
subconsciente que debe ser sanado.
La salud es nuestro estado natural. Cuando estamos en equilibrio,
gozamos de buena salud. Pero cuando hay un desequilibrio, ya sea
emocional, energético o mental, entonces nuestro cuerpo físico nos
avisa.
Practicar meditación y técnicas de relajación y armonización como el yoga, el tai chi, etc.. nos ayuda a lograr equilibrio.
Así pues, vamos a dejar de ver faltas en los demás y culparlos por
sus “errores”, y empezamos a darnos cuenta de que ellos son nuestros
maestros, que nos están reflejando algo que debemos “trabajar” en
nosotros.
Demos gracias a la vida y al Universo por darnos la oportunidad de
encontrarnos con esas personas, que nos hacen de espejo y nos ayudan a
limpiar, sanar y poder evolucionar.
También demos gracias a nuestro cuerpo físico que nos avisa en forma
de síntoma o enfermedad, cuando hay un desequilibrio energético, mental o
emocional.
Busquemos siempre el equilibrio, evitando los extremos y manteniéndonos en el camino medio.
Y esto se logra con auto-observación, meditación, técnicas de
relajación, respiración y siendo conscientes para no perdernos en la
mente. Vivamos desapegados del “yo”.