No
hay nada que perder porque no somos dueños de nada. A medida que nos
vamos “adulterizando”, vamos acumulando caretas que intercambiamos según
la situación con la que nos encontramos. A veces llevamos tantas
puestas que no recordamos “qué voz” tenemos que poner y acabamos
explotando de tanto desafinar.
Nos vestimos de capas y capas de materiales que compramos al peor postor y que acaban saliendo defectuosos. Cuanto más tiempo pasa sin ser conscientes de nuestras trampas, más fácil es que nos engañen y que caigamos, una y otra vez, en ellas.
Nos vestimos de capas y capas de materiales que compramos al peor postor y que acaban saliendo defectuosos. Cuanto más tiempo pasa sin ser conscientes de nuestras trampas, más fácil es que nos engañen y que caigamos, una y otra vez, en ellas.