Una lechuza y una tórtola se habían hecho muy buenas amigas. Cierto día, la tórtola vió como su compañera se preparaba para hacer un viaje. Le preguntó:
– ¿Te vas, amiga mía?
– Sí, y todo lo lejos que pueda de aquí.
– Pero ¿por qué?.
– Porque a la gente de este lugar no le gusta mi graznido; se rien, se burlan de mí y me humillan.
Después de cavilar unos instantes, la tórtola dijo:
– Mira, amiga querida, si puedes cambiar tu graznido, no es buena idea que te vayas, porque si lo cambias ya no necesitarías irte. Y si no puedes cambiar tu graznido, ¿qué objeto tiene que te mudes? Allí donde vayas encontrarás también gente a la que no le guste tu graznido. ¿Qué harás entonces? ¿Volver a mudarte? Es mejor que permanezcas aquí y no pierdas tu serenidad y equilibrio solo porque a algunos no les guste tu graznido.
Reflexión
No podemos aspirar a gustar a todo el mundo, ni ofendernos cada vez que no nos valoran o incluso nos menosprecian. Muchas personas nos aceptan, otras no. Lo importante es aceptarnos a nosotros mismos y reconocer que si nos corrigen cuando de verdad hacemos algo mal, en realidad nos están haciendo un favor. Aunque las críticas hayan de ser hechas con discreción, con cariño y humildad.
Hay mucha gente cuya afición es “criticar por criticar”, pero si has aprendido a reconocerte a ti mismo, a superar las carencias emocionales, a no mendigar el reconocimiento ajeno y si estás seguro de que lo que haces está bien, te respetarás profundamente a ti mismo y ya no tendrás motivos para estar a merced de los juicios y opiniones de los demás, con lo cual al final se verán obligados a respetarte.