Transitar por la vida con un concepto equivocado de sí mismo es un peso insostenible.
El factor clave es la autoestima, como rasgo de la personalidad. Es una verdad simple pero auténtica, para disfrutar de la vida lo primordial es sentirse bien con uno mismo, confiar en nuestras virtudes y ser flexibles ante las situaciones conflictivas. Sin embargo, este delicado equilibrio depende de la autoestima, esa característica de la personalidad que mediatiza el éxito o el fracaso.
Todos tenemos internamente, conflictos no resueltos. Cuando una persona no logra ser auténtica, se originan trastornos psicológicos, sentimientos ocultos de dolor, relacionados con una baja autoestima, que pueden asumir muchas formas: ataques de ansiedad, repentinos cambios de humor, culpas, reacciones exageradas, tendencia al pesimismo y la autodestrucción, neurosis, depresión.
Heridas emocionales con consecuencias físicas, tales como: (úlceras, hipertensión, trastornos cardíacos , alimentarios, dermatológicos, etc, y ciertos rasgos que pueden no llegar a ser patológicos, pero que generan dolor (timidez, vergüenza, miedo, trastornos psicosomáticos).
La autoestima es esencial para la supervivencia psicológica; es la suma de la autoconfianza y el autorespeto, es la actitud positiva que tiene una persona de percibirse y valorarse.
Una visión sana en relación a la autoestima –ya sea en momentos buenos o malos– es afrontar la vida, con la convicción de que se es competente para vivir y para ser feliz, lo cual lleva a asimilar con confianza y optimismo nuestras metas.
Las personas con buena autoestima, son más creativas en el trabajo, resisten las presiones y dificultan la tentación de sucumbir ante la derrota, son más ambiciosas en cuanto a las expectativas de vida.
La correcta relación del individuo con su autoestima, genera vitalidad, optimismo, equilibrio a nuestro alrededor y una armonía que nos impulsa a tratar a los demás con respeto, benevolencia, buena voluntad, y empatía, sentando bases que nos permitan disfrutar de las oportunidades que se nos presentan, y lograr la serenidad adecuada para solventar obstáculos que puedan surgir, que en definitiva es, lo que hace posible el arte de valorar la vida.