La Leyenda Del Niño Y La Estrella De Mar

4 de agosto de 2017

Son muchos los estudios en los que ha tratado de establecerse cuál es el rasgo común a los grandes hombres y mujeres que han inspirado a la humanidad. Todo parece indicar que la virtud más decisiva es la perseverancia. Muchos de los grandes logros son una inspiradora lección de tenacidad y lucha contra las adversidades.

La perseverancia es una virtud compleja, casi un don. Cuando es auténtica, alimenta a la tenacidad y a la voluntad frente a dificultades y obstáculos. Para poder mantener esa voluntad férrea frente a las adversidades es necesario saber qué se quiere, a dónde se desea llegar y por qué. De forma habitual, esto es el resultado de un proceso de reflexión y forjado del carácter.

Se equivocan los que piensan que las grandes hazañas toman forma desde un comienzo. Por lo general, todo empieza con una pequeña semilla que se va regando, se va extendiendo y llega un punto en que toma su propio camino de crecimiento. Precisamente la leyenda del niño y la estrella de mar explica, de una forma sencilla, de qué se trata todo esto.

Una leyenda inspiradora y realista

Había una vez un hombre que vivía cerca de la playa. Todos los días se despertaba y lo primero que hacía era dar un paseo por la arena. Un día cualquiera se quedó muy sorprendido por lo que encontró en su escapada matutina. Había cientos de estrellas de mar tiradas por toda la costa. Era muy extraño. Quizás el mal tiempo o los vientos de noviembre eran los responsables de ese fenómeno.

El hombre lamentó la situación. Sabía que las estrellas de mar no podían vivir más de cinco minutos fuera del agua. Todas esas criaturas morirían en poco tiempo, si es que no estaban ya muertas cuando él pasó a su lado. “¡Qué triste!”, pensó. Sin embargo, a su mente no llegó ninguna idea inspiradora.

Al avanzar un poco vio a un niño que estaba corriendo de un lado a otro en la arena. Se veía agitado y sudoroso. “¿Qué estás haciendo?”, le preguntó el hombre. “Estoy devolviendo las estrellas al mar”, respondió el niño, que se veía ya cansado.

El hombre pensó un momento. Le pareció absurdo lo que el niño hacía. No resistió las ganas de decir lo que pensaba. “Lo que haces es inútil. He camino un largo trecho y hay miles de estrellas. No tiene sentido lo que haces”, señaló. El niño, que tenía en sus manos una estrella de mar, le respondió: “¡Ah! ¡Vaya que sí tiene sentido para esta!”

Pequeñas acciones, grandes hazañas

La inspiradora leyenda del niño y la estrella de mar nos muestra el valor de las acciones pequeñas. A veces no logramos ver el valor de los actos modestos. Esto sucede porque no estamos orientando nuestro comportamiento hacia los valores, sino hacia los resultados. Es como si viéramos el mundo en términos de cantidad y tamaño, pero no de significado y esencia.

Toda gran hazaña comienza por actos pequeños, igual que raro es el camino que comienza con zancadas largas. De hecho, los comienzos suelen ser duros y costosos y de manera que quien no aprende a darle significado a una flor, difícilmente le encontrará sentido a la naturaleza.

Asimismo, quien pasa por alto el valor de un pequeño sacrificio, difícilmente va a construir un sentido para el esfuerzo. El carácter suele fortalecerse a partir de pequeñas restricciones, de discretas disciplinas. El primer gran obstáculo para los grandes sueños, son los pequeños escepticismos de quienes te rodean. Otorgarle significado a lo pequeño es una forma inspiradora de vivir.

La perseverancia es, sobre todo, descendiente de los valores. Se necesita tener una gran convicción para resistir a las dificultades y los tropiezos que siempre se hacen presentes cuando te fijas un objetivo valioso. Lo peor es que muchas veces nos dejamos invadir por un pensamiento totalitario. Es ese que te dice que si no hay “todo”, entonces hay “nada”. A su vez, este esquema mental es un veneno para la motivación.

Si ligas tus grandes sueños y aspiraciones a los valores humanos, te será mucho más fácil encontrar la fuerza que necesitas para seguir adelante. En cambio, si te concentras solo en los resultados inmediatos, es probable que la frustración se haga tu sombra. Las grandes catedrales se construyen piedra a piedra. La inspiradora leyenda del niño y las estrellas de mar nos dice que lo pequeño sí tiene sentido y lo cierto es que vale la pena que aprendamos a verlo así.

 
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