Enfadarse, ¿De Qué Sirve?

18 de agosto de 2017

El diccionario  define enfado como:

Enfado: Impresión desagradable y molesta que hacen en el ánimo algunas cosas. Conmoción del ánimo que causa ira contra una persona.

El enfado surge cuando la energía natural que todos tenemos, no somos capaces de controlarla ante situaciones que nos son incómodas.

Una de las mejores formas para no enfadarse es tener la conciencia tranquila, el dar a cada situación, a cada hecho, la importancia que tiene. Nos evita ser tomados por dicha actitud negativa que nos puede llevar a decir o a hacer algo poco apropiado. Mantener la serenidad nos ayuda a discernir cual es la mejor manera de reaccionar ante las situaciones que vivimos en nuestras interrelaciones con los demás.

Los enfados por pequeños que sean son perjudiciales. Y en la mayoría de los casos son  por nimiedades, pequeñeces que si lo pensamos fríamente no tendrían razón de ser.

La falta muchas veces, de comprensión, tolerancia, paciencia…hacen que los enfados surjan. Sobre todo en personas que adolecen de egoísmo, que son impulsivas. Podemos decir que los enfados surgen cuando pensamos más en nosotros mismos que en los demás.

Tenemos que tener  presente que cuando nos enfadamos, provocamos una desarmonía vibratoria que afecta a la mente y a las emociones propias causando modificaciones de los sentimientos. La ira, el odio, el resentimiento…son sentimientos incompatibles con  el amor.

Si queremos estar bien con nosotros mismos lo mejor es rechazar cualquier sentimiento de esta índole; por eso es importante en el caso de enfadarnos, ser conscientes de que cuanto antes nos deshagamos del mismo, antes volveremos a la normalidad; de lo contrario el enfado puede ir hasta extremos de perder el control y luego las consecuencias se vuelven muy dolorosas y en ocasiones sin vuelta atrás.

Entendamos que el enfado es un sentimiento fuerte de discordia o indignación por un disgusto más o menos intenso.

Este sentimiento negativo no justifica nunca el uso de actitudes o conductas que van en contra de nuestro prójimo. Las excusas utilizadas a menudo son: que tengo “un pronto malo”, “salto con rapidez” “se me pasa rápido el enfado” pero no son razones de justificación.

 Mientras nos dejemos dominar por ese sentimiento negativo, el peligro de hacer daño y dejar cicatrices que tardan en curar es efectivo, ya que no hay que entrar en el “cuerpo a cuerpo” para ocasionar un perjuicio. Muchas veces basta una palabra para herir al que tienes al lado. Recordemos que no podemos anular lo que hacemos o decimos en un momento de enfado profundo, ocasionando a veces un daño que es irreparable.

En ocasiones el enojo surge ante la falta de tolerancia y comprensión por los defectos que vemos en los demás, como pueden ser la mentira, la injusticia, la intolerancia, la ira, la hipocresía… sin embargo la indignación no nos ayuda a resolver estos problemas. Es la CALMA, la que nos hace reflexionar el comportamiento que tenemos que llevar a cabo, para poder dar solución a estas vicisitudes que nos asaltan haciéndonos daño.

No olvidemos que lo que nos molesta de quienes nos rodean, es sino el reflejo de nosotros mismos. Es decir, proyectamos en los demás nuestros propios defectos.

Epicteto: “Cuando estas ofendido por los errores de otro hombre, mírate a ti mismo y estudia tus propios errores. Entonces olvidarás tu rabia.” Filósofo griego (50-125 dC)

Es un rasgo de egoísmo cuando se está enfadado, descargar en toda su amplitud, el enfado sobre la persona que nos lo ha provocado; quedando aliviado de las tensiones y dejando al contrario sumido en desconcierto, amarguras, o incluso resentimientos.  O también entrar al trapo ambos, y retroalimentar un fuego que puede ir en aumento, fuera de control.

No hay que guardar rencor ante una ofensa, injuria o un daño recibido, porque en ese caso los  más perjudicados somos nosotros. Lo correcto sería no darse por aludido, mostrar calma ante situaciones desafortunadas, esta actitud desarma al que quiere denigrar y debilita la fuerza del ataque y la ofensa se apaga.

Comprender que quien ataca o agrede se encuentra en desequilibrio, es por ello que no hay que tomárselo como algo personal sino desde otra perspectiva más compasiva. Esto no significa compartir su punto de vista pero si adoptar una postura más constructiva.

El grado de irritación está en función del desequilibrio de la emotividad de la persona que se enfada a menudo y van desde un enfado simple sin casi consecuencias hasta la ira más desaforada pasando por la colérica. Siendo la más peligrosa la iracundia, que es la causante de muchos males ya que es incontrolable.

Toda persona que es desequilibrada, irascible, malhumorado, irritable, se ofusca con facilidad, ante cualquier contratiempo o contrariedad reaccionando sin control ya que no puede ni quiere controlarse. Siendo capaces de dejarse llevar por las pasiones, con tal de dañar al causante de una ira que a su vez es enemiga de la razón, por lo que le quita la capacidad de aconsejar u obrar de forma positiva.

                                            Aristóteles:  “La ira es el deseo de devolver el daño.”


Estos estados descontrolados de la emotividad fundamentalmente afectan a uno mismo, aunque las consecuencias también afectan al prójimo. Y es el orgullo herido o el exceso de amor propio el que provoca esta reacción malsana, que con voluntad firme se puede ir corrigiendo. Recordemos que la voluntad es un atributo esencial del espíritu, con cuya herramienta podremos conseguir todo lo que nos propongamos.

Un modo de eliminar el enojo o la irritabilidad es evitar todo tipo de polémicas, si la conversación va subiendo de tono, lo que habría de hacerse es cortarla o simplemente dejar de participar en ella, también si la situación lo permite cambiar de tema. Las discusiones pueden terminar en agrias disputas porque los ánimos se van acalorando y esta situación atrae a los hermanitos negativos que disfrutan interviniendo en tales situaciones, y se dedican a acosar  a las partes existentes en la disputa, incitándolas a la violencia.

Las vibraciones negativas que emiten los encarnados en la discusión conectan con los del bajo astral y estos se adhieren a las mentes de los afectados induciéndoles  a realizar acciones que después, cuando ha pasado la irritación y analizan lo sucedido  los lleva al remordimiento o a la mala conciencia, puesto que no nos podemos olvidar de la Ley de Atracción y de Afinidad.

Por eso aprender a estar calmados  ante cualquier ofensa, insulto, enojo… nos ayudará a responder de forma mesurada y sin alentar el conflicto. Esto no es sencillo de realizar, cuesta esfuerzo el mantener control sobre uno mismo; pero es lo difícil lo que tiene mérito, lo que conseguimos con sacrificio y perseverancia fortalece nuestro espíritu.

El enojo, irrita nuestros nervios, acelera la respiración, altera la tensión, por lo tanto ese estado de indignación afecta a nuestra salud que queda resentida y a lo largo de nuestra vida nos salen dolencias que nos condicionan. Pues es el dolor el que nos hace comprender las leyes que regularizan la armonía en los cuerpos y por medio de él pagamos y/o rescatamos deudas que tenemos pendientes.

Muchas veces las discusiones vienen por falta de vigilancia en nosotros mismos manteniendo el impulso del orgullo, de la vanidad, del egoísmo o los celos. Evitemos, la maledicencia, las provocaciones, la intolerancia. No ataquemos a la persona herida en su orgullo, no nos enfademos cuando nuestras deficiencias estén expuestas a los demás, porque si no estamos dispuestos a cambiar y sólo vivimos de teorías que es lo más fácil, dejando la práctica a un lado, viviremos una vida que no nos dejará apreciar el tiempo que nos da el Padre para vivir en la fraternidad con los demás, disfrutando de la vida terrenal, aprovechando el tiempo para nuestro progreso espiritual.

Mahoma: “El hombre fuerte no es el buen luchador; el hombre fuerte es solo el que se controla a si mismo cuando está enfadado.”


Fuente: Amor, Paz Y Caridad 
 
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