Hablemos hoy de los errores. Hay quien no los acepta, hay quien ni siquiera los ve y pasa toda su vida “tropezando con la misma piedra”, en un ciclo infinito de infelicidad no reconocida y graves problemas emocionales.
No reconocer un error es como negarse a asumir un aprendizaje, porque no hemos de olvidar que la vida es simplemente eso: un pequeño paseo en el que vivir en paz, aprender, amar y ser capaces de entender qué es la felicidad. ¿Qué te parece si hoy reflexionamos sobre estos aspectos?
No reconocer un error es como negarse a asumir un aprendizaje, porque no hemos de olvidar que la vida es simplemente eso: un pequeño paseo en el que vivir en paz, aprender, amar y ser capaces de entender qué es la felicidad. ¿Qué te parece si hoy reflexionamos sobre estos aspectos?
1. Tus errores, mis errores
Las personas tenemos, en ocasiones, una habilidad realmente especial: somos capaces de ver los errores ajenos, pero no los propios. Seguro que te habrá ocurrido alguna vez. Esos momentos en que algún amigo, algún compañero de trabajo o incluso tu pareja, te señala todo aquello que haces mal, pero sin reconocer nunca que también ellos cometen errores.
Es más, es posible que ni siquiera se los señales porque no suelen reaccionar demasiado bien.
Quien solo se fija en el comportamiento ajeno sin observar el propio carece de habilidades emocionales, carece de empatía y de respeto hacia sí mismo y los demás.
Las personas que identifican sus propios errores y los aceptan actúan de modo humilde e íntegro. No podemos olvidar que la humildad es un valor que todos deberíamos aprender a desarrollar y, a su vez, a trasmitir a los demás.
Si vives con una persona que tiene como costumbre señalarte tus errores, no caigas tú también en el hecho de señalarle los suyos a modo de venganza. De hacerlo, caeríamos en un círculo vicioso sin sentido. Lo mejor es argumentar y defenderte. “Puede que lo que haya hecho sea para ti un error, pero para mí no lo es por estas razones”. “Sí, es verdad, me he equivocado. Lo reconozco y lo asumo, a partir de ahora lo haré mejor. ¿Eres tú capaz de hacer lo mismo?”.
Recuerda siempre que, si te ves obligada a señalar el error de otra persona, debes indicárselo de forma que pueda aprender, que pueda reconocer el fallo para que entienda qué estrategias llevar a cabo para mejorar. Este aspecto es muy importante, por ejemplo, con el tema de la educación de los niños: señalar un error no debe ser un castigo, sino un modo de educar para ofrecer oportunidades de mejora.
2. Reconocer el error para aprender y avanzar
Todos cometemos errores, y quien no lo haya hecho es porque no ha vivido o porque, sencillamente, aún no ha salido de su zona de confort, para arriesgarse, para lanzarse a esa aventura, a ese proyecto, o incluso a iniciar esa relación afectiva que, al final, puede que no salga tan bien como pensábamos.
¿Es malo cometer errores? En absoluto. No por ello somos personas imperfectas, sino al contrario: somos seres en pleno proceso de aprendizaje, de mejora. Todos tenemos la obligación y el derecho de cometer errores para obtener con ellos esa sabiduría que aplicar a partir de las pérdidas, los fracasos, de esos caminos equivocados que todos hemos tomado alguna vez.
No obstante, sabemos que no siempre es fácil asumirlos. ¿Te has detenido alguna vez a pensar todo lo que hay detrás de un error y por qué nos cuesta tanto reconocerlo?
En ocasiones, los errores nos ponen en evidencia, no solo ante nosotros mismos, sino también ante los demás. Nuestra familia puede sentirse decepcionada, incluso tus amigos o tu pareja pueden también sorprenderse por ese error que has cometido. No obstante, nunca debes fijarte en los demás. Los demás no viven tu vida. Tú eres la protagonista de tu historia y eres tú quien va a tener que asumir ese fallo. Y deberás hacerlo para poder avanzar y mejorar.
Los errores nos hacen creer que no somos capaces, que no somos lo bastante hábiles, o sabios, o intuitivos. Si piensas esto estarás nuevamente equivocado. Debes entender que nadie viene a este mundo con un “chip” incrustado en el cerebro que nos hace tener una vida perfecta. En absoluto. No hay niño que pueda aprender a caminar sin antes haberse caído, nadie ha aprendido a nadar sin antes haber tragado un poco de agua… Así pues, ¿por qué tienes que ser tan exigente contigo mismo? No lo hagas, o tu autoestima se verá muy resentida.
Aprender es un proceso que dura toda la vida, y para aprender hay que asumir errores. Acéptalos y aprende a superarte. Verás como, día a día, conduces con más seguridad el timón de tu vida.