Existe un arte llamado “Escuchar” al que muy poca gente se dedica.
Nuestros oídos oyen mucho, demasiado quizás, pero el Corazón…muy
poquito. Y para compensarlo, nos inventamos nuevas voces con las que
llenar ese vacío que le hacemos: voces que nos gritan, nos engañan, nos
insultan, nos tratan con dureza, con indiferencia, con prepotencia, con
vanidad.
Nos hacemos “oídos sordos” porque sabemos que si nos escucháramos de Verdad no nos quedaría otra opción que Vivir aquí Dentro
en lugar de sobrevivir allá Afuera. Y entonces ya no tendríamos a nadie
a quien culpar, nos quedaríamos sin excusas para no ser felices y la
víctima que habita en nosotros tendría que emigrar.
Cuando alguien
te esté contando cualquier cosa, no le oigas ni estés pensando en lo
que le vas a responder, ni le interrumpas para sacar tus historias, tu
egocentrismo. Es su Tiempo, no el tuyo. Escúchale. Sólo eso. No te está
pidiendo que hagas nada más. Sólo que estés Aquí y Ahora, atento a sus
palabras, a sus emociones, a sus sentimientos, a su dolor, a su alegría,
a su tristeza, a su culpa, a su impotencia, a su drama, a su felicidad,
a su Historia… No quiere palabras ni consejos ni remedios ni charlas ni
“pobrecita” ni “qué valiente”. ¡Sólo quiere que la Escuches!
Pero
es difícil cuando ni siquiera lo hacemos con nosotros. Tenemos en
nuestra mente mil personajes revoloteando a toda pastilla con los que
nos identificamos, a los que nos apegamos o a los que reprimimos,
aniquilamos y rechazamos, cuando lo único que desean, también, es SER
escuchados.
Nos pasamos los soles y las lunes INTERPRETÁNDONOS,
los unos a los otros, los otros a los unos, yo conmigo y migo con mí,
sin darnos cuenta que a quién estoy viendo cuando critico, cuando juzgo,
cuando beso, cuando abrazo, cuando ayudo, cuando condeno, cuando
comparto, cuando corto y cuando pego no es al otro sino a MÍ.
“No
voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando. Me gusta
escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres. A menudo mantengo
largas conversaciones conmigo mismo, y soy tan inteligente que a veces
no entiendo ni una palabra de lo que digo.”
-Oscar Wilde-
Nadie
es capaz de callar a aquellos que han aprendido a escucharse. Nada ni
nadie tiene el poder de pararlos, nadie ni nada puede amedrentarlos para
que vuelvan a salir al exterior, donde está esa mucha gente hablando y
hablando y hablando, sin cesar… Porque Ellos, a pesar de estar
acojonados, se mantienen firmes en su “pulso por la Vida”, ése que les
“sale del Alma”, de lo más profundo de sus entrañas y que les es
imposible enmudecer. Les late tan fuerte que ensordece cada llamada de
huida, de retirada, de rendición… Cada “me doy por vencido” se transmuta
en un “me recibo por ganado”. Cada lágrima derramada es una herida
sanada. Cada Creencia “agnosticada” es una gota de Amor alcanzada.
Son expertos en dialogar con el Silencio,
el Maestro de los maestros. Mantienen largas conversaciones y sus bocas
jamás se secan. Sus palabras no se las lleva ni el viento. Sus acentos
puntúan muy alto y sus “comas” están muy despiertas.
Te leen la
mirada, pero no la que muestras a conciencia, no. Eso lo puede hacer
cualquiera. La otra. Ésa que ni siquiera sabes que escondes, la que está
“tras de tras de tras detrás…” de lo que tú te crees que eres, la que
es capaz de iluminar tu ceguera, tu cojera y tu sordera, la que te da
tanto miedo, de la que huyes continuamente.
Para ser un Artista de
la Escucha tienes que aprender a hacerlo y hay muy poca gente que
quiera aprender. Porque para aprender tienes que experimentar y para
experimentar tienes que pasearte por ese lugar tan desconocido y tan
temido llamado Interior. Y hay muy poca gente, muy poca, que quiera, se atreva y realice ese Viaje hacia su Corazón.
¿Sabes
por qué? Porque creen que van a sufrir y que no van a ser capaces de
llegar a su destino (llamado Presente). Frustración evitada.
Algunos
lo intentan, unos cuantos se observan, otros ni siquiera se miran y muy
pocos cogen la mochila, emprenden el camino y van a por ELLOS, le pese a
quien le pese, tropiecen con lo que tropiecen, vean lo que vean, lloren
lo que lloren, duelan lo que duelan y caigan lo que caigan. Porque tras
esa niebla de pánico, tras esos miedos que nos paralizan, tras esa
montaña repleta de obstáculos que parece infranqueable, hay una Luz que
brilla más que ninguna: TÚ. Y nunca puedes apagarte, lo
que pasa es que estás mirando en la dirección “errónea”, por eso no la
Ves, por eso no te Ves, por eso no te sabes “pintar” la piel.