Aprendiendo A Cerrar Ciclos Adecuadamente

1 de marzo de 2019

Cuando hablamos de ciclos nos referimos a esos procesos de la vida que comienzan, se desarrollan y concluyen. Así, aunque en la práctica nada termine del todo realmente, es importante aprender a cerrar ciclos cuando se agote el proceso, para seguir adelante y evitar quedarnos estancados.

Para ello, antes de nada hay que saber diferenciar entre el hecho de cerrar ciclos y el de tener una pérdida. El cierre de grandes etapas de la vida supone pérdidas e implica duelos, pero no tiene el carácter súbito o profundamente doloroso que comportan las pérdidas como tal. Por lo tanto, el cierre de un ciclo comprende pérdidas, pero estas no necesariamente incluyen un cierre de ciclo.

Ahora bien, lo importante de cerrar ciclos es que incide de manera directa en lo que se hará en un futuro. Si el ciclo, sea cual sea, permanece abierto, interfiere con el avance personal. Es como dejar una llave que gotea sin repararla y esperar a que esto no incida en el costo económico y ecológico del agua. Veamos cuáles son algunos de esos caminos para cerrar ciclos.

Para cerrar ciclos, lo primero es dejar ir

Los seres humanos tendemos a aferrarnos a lo conocido, por más negativo que sea. La costumbre es una fuerza muy poderosa que nos impulsa a mantenernos en la inercia. Se percibe como si fuera más fácil soportar lo malo conocido, que emprender la aventura de lo bueno por conocer.

Por lo anterior, suele haber una resistencia a cerrar ciclos. Hay una parte de nosotros que quisiera seguir en lo mismo y no experimentar ninguna incertidumbre frente a lo nuevo.

De ahí que la primera tarea sea la de dejar ir. Un ciclo se cierra cuando el proceso ya se completó y solo quedan restos del mismo. El cierre solo puede hacerse de manera consciente. Es posible que ya no haya algo a qué aferrarse, pero mentalmente seguimos conectados a ello. Dejar ir es una forma de reconocer la nueva realidad.

Despedirse y hacer un balance

Aunque cerrar ciclos se refiera a abandonar realidades que nos hacen daño, siempre originará un duelo. Por lo tanto, es necesario permitirnos vivir esa tristeza que traen consigo los finales y despedirnos de esa realidad que está por desaparecer. La mejor manera de hacerlo es construyendo una memoria sobre lo vivido.

Los ciclos no se cierran metiendo la cabeza en la tierra como un avestruz. Ni dando la espalda a lo que sucede para evitar sentirnos mal. Lo mejor es repasar, paso a paso, cada una de las vivencias que formaron parte de ese proceso. Identificar el comienzo, los momentos más relevantes y las sensaciones que experimentamos.

A partir de esto se puede hacer un balance, una evaluación de las vivencias positivas, y también complicadas, que hubo en ese ciclo. Qué se aprendió y qué no. Qué aportó a nuestro crecimiento y cómo contribuyó a nuestras limitaciones. Esta es la mejor manera de decir adiós.

El momento de emprender

El principal objetivo de cerrar ciclos es ponernos en paz con el pasado inmediato, para seguir adelante sin que lo vivido nos afecte, ni invada nuestro presente. Todo final implica también un comienzo. Ese comienzo debe ser el foco de nuestra atención y nuestro interés.

Lo nuevo no tiene por qué asustarnos. Es normal que implique un desequilibrio inicial, pero en relativamente poco tiempo comenzará a revelar sus bondades. Movernos de lo conocido a lo incierto siempre tiene un toque de aventura y supone aprendizajes, sorpresas y, por supuesto, adaptaciones. La mayoría de las veces, los cambios nos dan mucho más de lo que nos quitan.

Cerrar ciclos es vital para nuestra salud mental. De no hacerlo, vamos a sentirnos atiborrados y confundidos frente al futuro. A lo que se fue, hay que darle una sepultura de primera y decirle adiós. A lo nuevo hay que recibirlo con los brazos abiertos y una bienvenida en el corazón.

 
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