Vuestra vida familiar, vuestra vida social, os pone cada día en contacto con una serie de personas. Para tener relaciones correctas con ellas, debéis encontrar una buena actitud interior. Evitad, pues, en primer lugar, pasar una parte de vuestro tiempo ajustando cuentas mentalmente con unos y otros. ¿Os habéis dado cuenta de que, cuando tenéis dificultades con alguien, tenéis tendencia a llevaros su imagen por todas partes?
Os levantáis con esta imagen en vuestra cabeza, os paseáis con ella, coméis con ella, os acostáis con ella… Esto no es razonable. Olvidaos de esta persona y buscad, más bien, las imágenes de ciertos seres a los que admiráis por sus cualidades, por su elevación espiritual, y prestadles toda vuestra atención. Sin que os deis cuenta, harán sobre vosotros un trabajo mágico: borrarán las imágenes negativas que os persiguen.
Decíos que los únicos verdaderos remedios están arriba, en las regiones espirituales, allí donde nada malo puede alcanzaros interiormente. No es fácil, en efecto, entrar en alguien que ha decidido dejar penetrar en él sólo imágenes de criaturas luminosas, llenas de amor. Impregnaos, cada vez más, con el poder de esta luz y de este amor, y desde allá arriba enviad rayos a todos los humanos, incluso y sobre todo a aquéllos que os resultan hostiles. Ésta es la mejor forma de resguardaros.
Todas las prácticas prescritas por las religiones tienen por misión la de preparar a los seres para recibir correctamente las corrientes y los mensajes del Cielo. Pero ya se trate de las oraciones, las postraciones, las abluciones, el ayuno, éstas prácticas sólo tienen en realidad una importancia relativa. Lo esencial, es que el que se somete a ellas, esté decidido a emprender un trabajo interior de clarificación, de renuncia, de purificación, con el fin de abrir su corazón, su intelecto, su alma y su espíritu a las influencias de arriba.
El que no es consciente de la necesidad de hacer este trabajo, haría mejor dejando de lado las prácticas espirituales, ya que sino se prepara para convertirse en un peligro para sí mismo y para los demás: la observancia de los ritos solamente contribuye a darle la ilusión de ser alguien justo, un portavoz, un instrumento del Cielo. Y así es como algunos se han convertido en verdugos de su familia, y hasta de su pueblo. Únicamente aquél que durante mucho tiempo se ha ejercitado en purificar sus pensamientos y sus sentimientos para mantener solamente la luz en su intelecto y el amor en su corazón, es capaz de oír y de transmitir algo del mundo divino.
Cada ser humano posee un rostro interior, diferente del que presenta cada día a la vista de los demás, y este rostro se modifica continuamente, porque depende estrechamente de su vida psíquica. Es este rostro interior el que debe cada día esculpir, iluminar con sus sentimientos y sus pensamientos más nobles, para que un día impregne y modele su rostro físico.
El rostro que hoy tenéis es la síntesis de los sentimientos y de los pensamientos que habéis alimentado en el pasado, y si no estáis satisfechos con él, de momento no podéis cambiar gran cosa. Por tanto, no os ocupéis de él, esforzaos solamente en aportar mejoras a vuestro rostro interior, porque éste es el modelo a partir del cual se ha formado vuestro rostro físico en el transcurso de vuestras encarnaciones. El rostro físico empezará resistiéndose, pero después de un cierto tiempo, su resistencia cederá bajo el impulso del otro rostro, del rostro del alma, que es poderoso y trata de imponer sus rasgos. Por momentos, puede que su resplandor traspase vuestro rostro físico, y que aparezca entonces furtivamente vuestro rostro espiritual, vuestro rostro de arriba. Continuad con vuestro trabajo: un día vuestros dos rostros llegarán a fundirse en uno.
Omraam Mikhaël Aïvanhov