Aprender A Aceptar Es Dejar De Sufrir

14 de julio de 2017

Cuando aprendemos a aceptar lo que hay, algo en nosotros deja de resistirse y de luchar contra la vida. Esta es una de las puertas de salida del sufrimiento en el que a menudo nos vemos enredados. 



Quizás no sea nuevo el hecho de que la aceptación es condición sine qua non para encontrar cierta paz ante aquellas circunstancias de la vida que no podemos controlar, que son –todo sea dicho de paso– la mayoría.

Pero parece no ser casual que en estos tiempos se mencione a menudo la palabra aceptación, y se publiquen incluso numerosos artículos, vídeos e imágenes con frases en facebook que recuerdan esta actitud vital.

Es como si necesitáramos recordarnos los unos a los otros que nos hemos “despistado” por el camino y que, en este olvido, hemos dejado relegadas ciertas actitudes y valores relacionados con el arte del vivir.

Qué duda cabe que el desarrollo de la razón nos ha capacitado para una gestión más eficaz del día a día, pero –y aunque a veces lo creamos– no somos pequeños dioses que puedan controlarlo “todo”. Hay cosas en la vida que siguen siendo Misterio y, como tal, escapan a la razón y, por supuesto, al control.

La capacidad de aceptar lo inevitable es uno de los valores fundamentales en la cultura japonesa. La tradición zen ha permeado en la sociedad nipona, dejando un rastro de sabiduría y valiosas claves para el vivir. En los actuales tiempos, nos llegan ecos de esta sabiduría milenaria.

En una sociedad en la que se percibe como fracaso aquello que no sale según los planes preestablecidos, no nos viene nada mal recordar que hay algo más grande que nuestro pequeño ego. No es mal camino, tampoco, el de aprender a aflojar un poco el control sobre los “asuntos de la vida”, abriéndonos al mismo tiempo a la Confianza. Al final, sabemos que el río de la vida acaba por trazar su propio cauce…

    – ¿Cuál es el secreto de tu serenidad? – preguntó el discípulo al maestro
    – Coopero incondicionalmente con lo inevitable –


Es fácil confundir aceptación con resignación, cuando en realidad nada tiene que ver lo uno con lo otro.

La aceptación nos recuerda que podemos aprender a fluir con la vida, a reconocer lo que hay en el instante presente. No reconocerlo nos lleva de cabeza al sufrimiento, ya que tras la resistencia a reconocer lo que es, late una exigencia de que las cosas sean distintas de lo que son.

Aceptar no es, por tanto, sinónimo de resignarse. Tampoco significa renunciar a cambiar las cosas: podemos acoger la vida tal y como se presenta, y a la vez emprender la acción que consideremos necesaria.

La aceptación nos dice que podemos desaprender la ya conocida “ruta neuronal” de “huye o lucha”. Podemos aprender a permanecer en la vida, en vez de tratar de evadirnos de ésta, o de frustrarnos porque las cosas no son “como yo quería que fueran”.

Byron Katie, en su libro Amar lo que es relata cómo encontró la salida de su locura personal. Un día, de pronto, se dio cuenta de que era un verdadero infierno el pretender cambiar el mundo, creyendo que así sería más feliz.

Amar lo que es significa asentir a la realidad para, más tarde, desde esta actitud de aceptación y rendición, hacer lo que sintamos que se tiene que hacer (o que queremos hacer).

Se trata de reconocer la realidad, de decir “sí” a lo que es, de sintonizar con lo que hay ahora tal y como es.

Normalmente, la aceptación en este grado no es algo que suceda de golpe; es más bien un proceso gradual. La aceptación supone aflojar y abrirse a lo que tenemos ante nosotros, abandonar la lucha. Al dejar de luchar con las cosas tal y como son, descubrimos en nosotros una mayor energía para sanar y transformar lo que se ha hecho consciente.

Desde la aceptación, se abren nuevos caminos de comprensión profunda. Al entrenarnos en la aceptación, estamos en realidad diciendo “sí” a una vida que no está anclada en el miedo, el resentimiento o la ira. Desde la aceptación, podemos vivir con mayor serenidad.

Sufrimos cuando nos creemos un pensamiento que está en desacuerdo con lo que es. Cuando la mente está perfectamente clara, lo que es, es lo que queremos. Si quieres que la realidad sea diferente de lo que es, podrías intentar enseñarle a ladrar a un gato y obtendrías el mismo resultado. – Byron Katie

Fuente: Darina Nikolaeva
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