Una tarde, un sabio bueno llegó a la ciudad de Akbar acompañado de su más fiel discípulo.
La gente no le confirió mucha importancia a su presencia y sus enseñanzas no germinaron entre los habitantes de la ciudad. De hecho, con el tiempo se convirtió en el objeto de risas y burlas de algunas personas.
La gente no le confirió mucha importancia a su presencia y sus enseñanzas no germinaron entre los habitantes de la ciudad. De hecho, con el tiempo se convirtió en el objeto de risas y burlas de algunas personas.
El discípulo se sentía muy mal por el trato que recibía su maestro. Poco a poco, fue albergando una gran ira y no comprendía por qué su maestro no ponía fin a aquello o simplemente abandonaba la ciudad.
Un día, mientras paseaban por la calle principal de Akbar, un grupo de hombres y mujeres empezó a insultarlo. En vez de fingir que los ignoraba, el sabio se acercó a ellos y los bendijo.
El discípulo no pudo soportar más aquella situación, de la que también culpaba a su maestro, y le preguntó:
– ¿Es posible que no hayas escuchado lo que te han dicho? ¡Te han gritado cosas horribles y tú solo respondes con bellas palabras!
– Cada uno de nosotros solo puede ofrecer lo que tiene.
Fue la respuesta del sabio.
Ten cuidado porque las emociones se contagian y la imagen del mundo se transmite.
Hay personas que se comportan como camiones de basura, llevan dentro de sí una enorme rabia, irá, frustración, desesperanza o miedo, y descargan esos sentimientos en todas sus relaciones interpersonales. En realidad, ni siquiera se les puede culpar ya que, como explica el maestro de la fábula, cada quien ofrece lo que tiene.
Nuestros comportamientos y actitudes no son más que una expresión de lo que sentimos y pensamos. Nos relacionamos como somos, no podemos comportamos de forma diversa. Sin embargo, relacionarnos con personas así tiene un enorme costo a nivel emocional.
Cuando todos los días escuchamos a una persona con miedo, esta termina inoculándonos sus temores, haciendo que le temamos a la vida. Cuando escuchamos a una persona que se queja por todo y que nunca está satisfecha por nada, terminará contagiándonos esa forma de ver el mundo y nosotros mismos nos pondremos unas gafas grises. Cuando nos relacionamos con personas que responden con ira, comenzamos a pensar que esas reacciones son normales y asumimos el enfado como una estrategia de afrontamiento válida.
Después de todo, nuestra esencia no es inumutable sino que cambia en dependencia de las circunstancias y las relaciones que mantenemos. Por eso es tan importante seleccionar a las personas con las cuales nos relacionamos a diario, esas a las que les permitimos entrar en nuestra vida y a las que les damos la oportunidad de cambiarnos.
Por supuesto, no se trata de ir por la vida con miedo a que los demás “contaminen” nuestra esencia porque podemos crecer y aprender incluso en las malas experiencias. Sin embargo, esa no puede ser la norma. Debemos cuidar el jardín de nuestras relaciones interpersonales con atención y estar preparados para arrancar las malas hierbas cuando sea necesario. Si no lo hacemos, las malas hierbas pueden terminar cubriendo o incluso secando el resto de las plantas, esas que deberíamos haber cultivado y cuidado con esmero.
¿Cómo proteger nuestra esencia?
Cada cierto tiempo es conveniente mirar atrás y hacer examen de conciencia, para ver en quiénes nos hemos convertido. Solemos pensar que nuestra esencia es inmutable pero en realidad no es así, cambiamos con las experiencias pero no solemos darnos cuenta de ello.
A través de los años podemos convertirnos en personas más duras y menos sensibles, más materialistas y menos agradecidas… Por eso es conveniente buscar en nuestro interior esas cualidades que queremos mantener y desarrollar, para asegurarnos de no perderlas.
Por otra parte, es fundamental que hagamos nuestra la idea que afirma: lo que dicen y hacen los demás son su problema, cómo reaccionemos es el nuestro. A veces es difícil mantener la ecuanimidad y es probable que no siempre lo logremos, pero podemos intentarlo. No respondas ante la ira con ira y ante la desesperanza con desesperanza porque así solo lograrás plantar esas semillas dentro de ti.
Recuerda que la vida es demasiado corta como para dejar que sean los demás quienes impongan sus reglas y su visión del mundo. No dejes que te arrebaten lo bueno que hay en ti.