En este artículo os desgrano Eneatipo a Eneatipo como son cada uno tanto en su pasión dominante, fijación, miedo básico, mecanismo de defensa, infancia como en sexualidad. Abarcamos en él desde el Eneatipo 1 al 5, y posteriormente y en otro artículo, del 6 al 9. Bienvenidos al fascinante mundo de los "Eneatipos en el Eneagrama de la Personalidad". - Antonio Rodríguez.
Eneatipo 1: Ira – El perfeccionista
Pasión dominante: Ira
El llamado “perfeccionista” pertenece, junto a los eneatipos Ocho y Nueve, a la tríada visceral, donde se sitúa la energía de la ira y de la pulsión. El Uno reprime dicha energía. La contiene de tal manera que, por tendencia, no suele permitirse abiertamente la agresividad.
El llamado “perfeccionista” pertenece, junto a los eneatipos Ocho y Nueve, a la tríada visceral, donde se sitúa la energía de la ira y de la pulsión. El Uno reprime dicha energía. La contiene de tal manera que, por tendencia, no suele permitirse abiertamente la agresividad.
En los casos en los que se dan los estallidos violentos, generan mucho miedo en los demás y en la propia persona, quien sufrirá posteriormente un alto sentimiento de culpabilidad e incluso, en algunas ocasiones, lagunas de pensamiento en la que no se recuerda lo ocurrido.
A pesar de su constante autocensura, en la expresión postural, facial y verbal se percibe la alta agresividad contenida.
Hay un gran contraste entre su mundo interior y lo que los demás ven pues, debido a la auto imposición de no perder el control y dejarse llevar por la ira soterrada, el perfeccionista cree que puede llegar a hablar desde la serenidad y la calma, cuando desde fuera se percibe claramente la agresividad.
De tal manera suele producirse situaciones en las que se le comente: “¿Por qué te pones así?”; y el tipo Uno responderá aún más iracundo: “¿Así cómo? ¡Si estoy diciendo las cosas bien!”
Lo que para muchos podría resultar hiriente, el Uno piensa que lo que está diciendo no tiene nada que ver con lo que realmente podría llegar a decir y de la forma en la que podría hacerlo si realmente se dejara llevar. “Te lo puedo decir más alto, pero no más claro” sería una buena muletilla.
Debido a este alto grado de contención, la fantasía de ahorcar con su manos al otro o visualizarse agrediendo a los demás sería otra manera más de dar salida a su alto y reprimido impulso nervioso.
Es una persona muy rigurosa, con un fuerte sentido de la justicia. En su mundo no hay cabida para las medias tintas: las cosas son o no son. Blanco o negro. Bueno o malo.
Debido a que no se permite conectar con la ira, tiende a darle salida a través de una actitud reformadora, donde continuamente corrigen a cualquier persona que se haya expresado “mal”, reordenan el espacio que está “mal” ordenado o cuestionan a aquellos cuyos actos no van encaminados en una “buena” dirección.
Suelen tener un alto grado de exigencia con los demás debido a que se exigen mucho a sí mismos. El eneatipo Uno siente estar en posesión de la verdad, lo cual le da derecho a reconducir a los demás (y a sí mismo) a través de la crítica. Suele ir por el mundo como una persona adulta y madura que siente como si estuviera continuamente rodeado de niños faltos de valores.
Fijación
Si bien la pasión dominante es la ira, desde un punto de vista mental, la fijación bajo la cual se sustenta el Ego es la necesidad de hacer justicia. Muchos de sus razonamientos apoyan su actitud ante el mundo y no le permiten tomar conciencia del daño que se puede llegar a hacer a sí mismo y a los demás con su exigencia.
Algunos razonamientos de este eneatipo que les impulsa a la acción podrían ser:
“Si quieres que las cosas salgan bien, hazlas tú mismo”.
“Si todos pensaran e hicieran como yo, el mundo iría mucho mejor”.
“La obligación es antes que la devoción”
“No entiendo cómo las personas pueden llegar a tener tan pocos valores”
El sentido de la justicia y de hacer el bien puede llegar a ser tan destructivo que se puede disfrazar la conducta bajo el lema de “el fin justifica los medios”, cuando la destrucción que ejerce la persona realmente viene impulsada por la necesidad de soltar la ira que tanto está conteniendo a lo largo de su vida.
La Santa Inquisición es un movimiento asociado a esta energía: personas que, por tal de hacer “el bien”, van cortando cabezas a su paso. La figura de los cruzados o los paladines también encajarían dentro de este movimiento que se guía por un elevado código moral que les impulsa a entrar en acción.
Son personas esclavas de su valores, donde sus creencias están por encima de sus verdaderas necesidades. Si dichas creencias o valores no permiten satisfacer su propia necesidad, la frustración y el daño que se autogeneran son las consecuencias de actuar desde el Ego, que invade la mente nuevamente con sentencias firmes sobre lo que es correcto o lo que no.
Se rigen por una voz interior que continuamente indica lo que es válido y lo que no, lo que viene siendo en términos freudianos el “superego”, de donde proviene toda ética o moral. La parte del instinto, el “ello” de Freud, es de donde nace el peligro a no ser suficientemente bueno, por lo que se tiende a reprimir.
Es por esto que el Uno se refugia en la mente, en el indicador de lo que es bueno y justo, lo cual le puede llevar a ser una persona con un gran desarrollo de sus capacidades intelectuales.
Algo muy normal en esta estructura de carácter es la razón que aparentemente siempre encierran sus argumentos. La seguridad sobre lo que dice, ya que es poseedor de la verdad, y la capacidad mental que tiene para justificar su actitud provocan muchas veces que la otra persona baje la cabeza y recule con miedo.
A diferencia del eneatipo Seis, que suele también responder a una forma de comportarse “buena” o “mala” según como lo contempla la sociedad en la que vive, el Uno no suele interiorizar las normas externas para funcionar, sino que crea las suyas propias. No necesita ampararse en la mayoría para sentirse seguro de que lo que hace está bien.
Son promotores de grandes causas, llamados a llevar una vida con un fin fijado y capaces de sacrificar mucho por tal de cumplir su misión.
Miedo básico
Este eneatipo se siente imperfecto debido a ese listón que se pone sobre cómo deberían ser las cosas, la supuesta perfección. El miedo marcó al Uno en el momento que interiorizó el concepto de: “si no lo hago lo suficientemente bien, no conseguiré el amor”.
Esta voz interna y superior es el mecanismo de supervivencia que ha desarrollado siendo un niño para poder adaptarse a sus circunstancias. Esto hace que a veces resulte muy difícil la toma de conciencia para comprender que su necesidad imperiosa de hacer lo correcto no es más que su propia trampa mental, donde no se permite experimentar la totalidad de su ser y abrazarse por ser quien es: un ser humano con sus bellas y naturales imperfecciones y un niño herido que necesita mucho consuelo y amor porque tiene mucho miedo a que no le quieran.
El Uno niega la naturaleza de las cosas, pues todo es medido bajo el rasero de su idea de perfección: nunca se es suficientemente bueno ni todo funciona suficientemente bien, por lo que la felicidad nunca llegará realmente si siguen enganchados a su disconformidad con el presente y con los demás, en lugar de aceptarlos tal cual son.
Mecanismo de defensa
El mecanismo de defensa por excelencia en este eneatipo es la formación reactiva: la expresión contraria al deseo interior, debido a que éste se censura.
Un ejemplo claro lo encontramos en el personaje del coronel y vecino del protagonista en la película American Beauty, un tipo uno que mostraba su repulsa a los homosexuales bajo su coraza homofóbica cuando, en su interior, el deseo que estaba presente era precisamente dicha orientación sexual.
Infancia
En su infancia los Uno suelen haber sido niños buenos y responsables que no se han permitido (o no se les ha permitido) ser niños.
Puede haber un progenitor muy represor (posiblemente del mismo eneatipo) que ha frenado cualquier expresión visceral. Esto explica que, bajo esta imagen de responsable y de persona con sólidos principios, se esconda un profundo miedo a ser malo, a que haya algo erróneo en sí mismo, a perderse y a pervertirse.
Toda energía que proviene del instinto puede dañar la supervivencia del niño, así que se refugia en un escudo de autocontrol.
Por el contrario, también cabe la posibilidad de que los padres hayan podido ser demasiados flexibles y muy poco normativos en la educación del hijo, de tal manera que ha sido el propio niño quien ha necesitado marcar sus propios límites y auto imponerse un código ético de conducta.
Sexualidad
En el campo de la sexualidad, suele haber un cierto puritanismo que se rige por el control de sus impulsos. En algunas ocasiones, esta tendencia comedida puede mezclarse con conductas sexuales donde la persona se permite descontrolar, para luego reautoafirmarse en que lo que ha sucedido es algo malo y volver así de nuevo a ponerse bajo las riendas de la represión.
En algunos Uno, esta tendencia a reventar en momentos muy concretos, sobre todo en lo referente a la sexualidad, puede hacerles llevar una doble vida, en la que puedan por ejemplo recorrer con el coche quinientos kilómetros para llevar una conducta sexual evasiva y promiscua, lejos de la mirada de todos, y luego regresar a su vida pública correcta.
Tienen problemas con el disfrute en general. Anulan el placer como consecuencia del autocontrol, a no relajarse, pues no es bueno dispersarse mucho. Incluso en las vacaciones pueden estar en tensión e incómodos, como si tuvieran prisa o no estuvieran en verdad aprovechando el tiempo todo lo que se puede.
En algunas ocasiones, este rechazo al placer o al tiempo libre pueden estar encubiertos en excusas muy bien elaboradas, tales como “no debo gastar el dinero en balde” o “mi tiempo ha de ser empleado en algo de mayor provecho”.
Morfología
Corporalmente suele haber una tendencia a la rigidez, con expresiones serias y severas, mirada enjuiciadora y rasgos faciales puntiagudos.
Suele tener un porte distinguido, con la cabeza alta, los hombros en tensión y el cuerpo contenido. Tiende a mostrar una apariencia de cierta elegancia, propia de la sociedad aristocrática. La imagen del típico inglés de clase alta encajaría muy bien con un eneatipo Uno: ropa inmaculada donde no se da lugar a la imperfección de una arruga.
La contención de la ira se puede observar directamente en la frunción de la mandíbula. Los dientes apretados son un claro ejemplo de la energía que gastan en contener el impulso que le puede llevar a perder el control. De hecho, muchos Uno argumentan tener molestias por la mañana tras una noche de rechinar los dientes mientras dormían.
Otro gesto asociado sería el de cerrar los puños con fuerza, lo que viene siendo otro intento de reprimir la energía que nace del interior para que no asome al exterior.
El gesto del dedo desafiante o alguno de sus derivados es otra imagen asociada bajo la cual se permite imponer la corrección a quien debe ser aleccionado. De tal manera, la imagen de la señorita Rottenmeier (de la serie animada de Heidi) es un claro ejemplo de eneatipo Uno:
– Clara: Señorita Rottenmeier, señorita Rottenmeier, ¿puedo salir a jugar con Heidi?.
– Rottenmeier (levantando el dedo índice ante la mirada suplicante de su pupila): No, Clara. Lo primero que tienes que hacer es estudiar.
Los ojos desprenden enjuiciamiento. Cuando el perfeccionista posa su mirada ante otro, éste último puede llegar a sentir que hay algo malo en él, como si estuviera manchado o hubiera hecho algo completamente inapropiado.
El tono de voz suele ser claro, escueto y preciso. No necesita andarse con rodeos, dice lo que tiene que decir de forma directa y seca.
Carácter dinámico
En situaciones de estrés, el Uno tiende al eneatipo Cuatro. De esta manera, puede llegar a sentirse incomprendido y a abandonarse en fantasías y ensoñaciones que, en raros casos, se atrevería a llevar a cabo.
Llega a hundirse a veces en el dramatismo, el aislamiento y el estallido emocional, pues no se siente suficientemente valorado. Son los momentos en los que su superyó se relaja lo suficiente como para abandonarse y descuidarse (tendencias depresivas, conductas viciosas e incluso autolesiones).
Por otro lado, el camino al bienestar contempla el movimiento hacia el Siete, a desdramatizar/se y permitirse entrar en la espontaneidad del niño interior, dejándose llevar más por la flexibilidad y la tolerancia hacia sí mismo y lo que le rodea.
Conclusiones
En resumen, un eneatipo Uno se define por ser alguien eminentemente perfeccionista, útil, serio, responsable, con elevados valores, riguroso, controlador, adoctrinador, bienintencionado, arrogante, trabajador, estricto, distante emocionalmente, crítico y práctico.
Eneatipo 2: Soberbia – El ayudador
Pasión dominante: Soberbia
Si hay algo que caracteriza a este eneatipo es la sensación interna de que es una persona especial y maravillosa. Esta sensación puede ser transmitida hacia fuera o bien convive algo más discretamente en el interior del Dos, bajo una actitud de falsa humildad.
El auto concepto del Dos, conocido también como el “Ayudador”, suele contemplar muchas virtudes, de tal manera que se describe como buena persona, simpática, generosa y de buenas intenciones.
Al estar en la tríada emocional del eneagrama, su Ego se alimenta de la imagen que dan al mundo. Necesita del aplauso externo, lo que le condiciona a vivir para los demás. Han aprendido a captar las necesidades de los otros, renunciando implícitamente a considerar las suyas propias.
Conviven con la idea de que, detrás de esta vida de entrega, reside un gran corazón dispuesto a ayudar y hacer feliz al otro. Sin embargo, más que un acto libre de amor bondadoso, el eneatipo Dos vive esclavo de satisfacer la necesidad del otro para poder sentirse amado.
Es preso de sus valores, lo que hace que le resulte muy difícil tomar conciencia de la verdadera naturaleza de sus actos pues, ¿cómo se puede rebatir la energía del amor o de la generosidad para con el otro?.
La renuncia a no expresar sus necesidades les lleva a una manipulación emocional de los demás, quienes deberían saber lo que el Dos en el fondo necesita. Podría entenderse también como una manera de poner a prueba al otro, quien usualmente puede terminar sintiéndose culpable por no demostrar adecuadamente su afecto.
De aquí deriva la energía de la soberbia o el orgullo: una incapacidad para poder ver sobre sí mismo la verdad que encierra su forma de ir por el mundo, la carencia afectiva que tapan continuamente con el aplauso y el beneplácito de los demás.
Necesita ser imprescindible para el otro; es la única manera para que no se le derrumbe su máscara, pues si no, conectaría con la profunda soledad afectiva ante la cual se ha tenido que crear su imagen autoensalzada para protegerse.
Dicho auto ensalzamiento a través de la propia imagen, le lleva a situarse por encima de los demás. Al sentirse con la capacidad y la obligación de ayudar al otro, relegan al resto de personas a un plano de invalidez. Es un coleccionista de personas necesitadas.
Esta actitud lo acerca al eneatipo Uno, carácter vecino en el eneagrama. Comparte con éste una fuerte firmeza en torno a lo que está bien o mal, de tal forma que, al poseer la verdad, se siente con el derecho y la obligación de poder actuar sobre el otro.
La principal diferencia reside quizás en que el “Perfeccionista” se rige por una necesidad de corrección que nace de la ira reprimida. En el “Ayudador”, su invasión se nutre de la necesidad de cuidar al otro y de demostrarle su afecto.
Además, el Dos llega a expresar mucho más abiertamente su rabia, sobre todo cuando se pone en entre dicho su imagen.
El enfado comporta una actitud de desprecio a quienes les han herido. Pasa de ser una persona entregada a retirar el afecto y mirar por encima del hombro a aquellos que no le llenan su carencia de amor reprimida, se atreven a desdeñarle o a poner en peligro su inflada imagen.
Todo esto se debe a que, en el fondo, el Dos da para recibir, idea que le resulta muy difícil asumirla abiertamente.
Podríamos tener un ejemplo en la imagen de la llamada “femme fatale”.
No acepta los límites. Su posición altiva le da derecho en muchas ocasiones a exigir aquello que se merece o a invadir el territorio del otro a través de la manipulación
Si hay algo que caracteriza a este eneatipo es la sensación interna de que es una persona especial y maravillosa. Esta sensación puede ser transmitida hacia fuera o bien convive algo más discretamente en el interior del Dos, bajo una actitud de falsa humildad.
El auto concepto del Dos, conocido también como el “Ayudador”, suele contemplar muchas virtudes, de tal manera que se describe como buena persona, simpática, generosa y de buenas intenciones.
Al estar en la tríada emocional del eneagrama, su Ego se alimenta de la imagen que dan al mundo. Necesita del aplauso externo, lo que le condiciona a vivir para los demás. Han aprendido a captar las necesidades de los otros, renunciando implícitamente a considerar las suyas propias.
Conviven con la idea de que, detrás de esta vida de entrega, reside un gran corazón dispuesto a ayudar y hacer feliz al otro. Sin embargo, más que un acto libre de amor bondadoso, el eneatipo Dos vive esclavo de satisfacer la necesidad del otro para poder sentirse amado.
Es preso de sus valores, lo que hace que le resulte muy difícil tomar conciencia de la verdadera naturaleza de sus actos pues, ¿cómo se puede rebatir la energía del amor o de la generosidad para con el otro?.
La renuncia a no expresar sus necesidades les lleva a una manipulación emocional de los demás, quienes deberían saber lo que el Dos en el fondo necesita. Podría entenderse también como una manera de poner a prueba al otro, quien usualmente puede terminar sintiéndose culpable por no demostrar adecuadamente su afecto.
De aquí deriva la energía de la soberbia o el orgullo: una incapacidad para poder ver sobre sí mismo la verdad que encierra su forma de ir por el mundo, la carencia afectiva que tapan continuamente con el aplauso y el beneplácito de los demás.
Necesita ser imprescindible para el otro; es la única manera para que no se le derrumbe su máscara, pues si no, conectaría con la profunda soledad afectiva ante la cual se ha tenido que crear su imagen autoensalzada para protegerse.
Dicho auto ensalzamiento a través de la propia imagen, le lleva a situarse por encima de los demás. Al sentirse con la capacidad y la obligación de ayudar al otro, relegan al resto de personas a un plano de invalidez. Es un coleccionista de personas necesitadas.
Esta actitud lo acerca al eneatipo Uno, carácter vecino en el eneagrama. Comparte con éste una fuerte firmeza en torno a lo que está bien o mal, de tal forma que, al poseer la verdad, se siente con el derecho y la obligación de poder actuar sobre el otro.
La principal diferencia reside quizás en que el “Perfeccionista” se rige por una necesidad de corrección que nace de la ira reprimida. En el “Ayudador”, su invasión se nutre de la necesidad de cuidar al otro y de demostrarle su afecto.
Además, el Dos llega a expresar mucho más abiertamente su rabia, sobre todo cuando se pone en entre dicho su imagen.
El enfado comporta una actitud de desprecio a quienes les han herido. Pasa de ser una persona entregada a retirar el afecto y mirar por encima del hombro a aquellos que no le llenan su carencia de amor reprimida, se atreven a desdeñarle o a poner en peligro su inflada imagen.
Todo esto se debe a que, en el fondo, el Dos da para recibir, idea que le resulta muy difícil asumirla abiertamente.
Podríamos tener un ejemplo en la imagen de la llamada “femme fatale”.
No acepta los límites. Su posición altiva le da derecho en muchas ocasiones a exigir aquello que se merece o a invadir el territorio del otro a través de la manipulación
Fijación
La idea que subyace a un nivel muy profundo es “no soy digno de amor si no satisfago al otro”. Por esto, el Dos ha necesitado llevar una vida de entrega y sacrificio, donde la atención recae en las necesidades ajenas. Se mueven a través de la energía de la adulación.
La fijación concreta de esta estructura de carácter hace referencia al “falso amor”, es decir, a la creencia firme de que el impulso que les lleva por la vida es legítimo y no cuestionable, ya que nace del corazón.
Sin embargo, muchas veces no consigue proporcionar la felicidad en los demás, pues no ofrece su ayuda como el otro necesita, sino a su propia forma, para engrandecer su propia imagen. Bajo su aparente generosidad altruista, esperan el agradecimiento y la valoración del otro. Es por esto que se habla de una generosidad egocéntrica.
De tal manera, es normal que los demás puedan llegar a sentirse invadidos o asfixiados bajo su aura de sobreprotección.
Algunos ejemplos podrían ser el de la madre o el padre que sigue cortando los filetes de sus hijos de 16 años o quienes seleccionan para el otro la ropa de abrigo para que no coja frío pues, al fin y al cabo, “yo sé lo que te conviene y lo hago por tu bien”.
Creencias concretas que poseen a este eneatipo o frases prototípicas podrían ser:
“Los demás son afortunados por tenerme cerca”
“No aceptaré un no por respuesta”
“Sé muy bien qué tengo que hacer para caer bien a los demás”
“Nadie te amará como lo hago yo”
“¡Después de todo lo que yo he hecho por ti!”
Miedo básico
De alguna manera, el Dos se ha escondido tanto en el valor de la generosidad y el sacrificio por el otro que hay un profundo miedo a que el mundo los tilde de egoístas, incluida su propia conciencia moral, su “superego” o superyó en términos freudianos.
En el egoísmo no hay cabida a recibir el amor de los otros, luego el egoísmo, o satisfacer las propias necesidades, es motivo de que la supervivencia del Dos se vea duramente en peligro. Por lo tanto, podríamos decir que el miedo profundo que se esconde detrás de su imagen es el de no ser amado ni deseado.
Mecanismo de defensa
La represión es la mejor arma del Ego para obligar al Dos a seguir siendo su esclavo. Si enfocamos nuestra atención en la necesidad de supervivencia, qué mejor forma de salir adelante en la vida que tapar la carencia afectiva con una fachada externa de “fíjate si me sobra que voy dando allá donde paso”.
Este mecanismo de defensa permite mantener en el inconsciente cualquier aspecto o necesidad individual que ponga en peligro la imagen que el eneatipo Dos se ha fabricado frente al mundo; de tal manera que “ojos que no ven, corazón que no siente”.
Es por esto que, cuando perciben a su alrededor a alguien conectado con el sufrimiento, acuden a su rescate inmediatamente pues, en el fondo, le hace de espejo. El impulso es intentar calmar y apaciguar la carencia ajena, no vaya a ser que él mismo conecte con la suya propia. Son como bomberos en llamas apagando el fuego de el de al lado.
Hay una amplificación emocional, un sentir muy a flor de piel. Al contrario de lo que suele ocurrir, aquí el espectro emocional es el que inhibe la conexión con su mundo intelectual profundo, pues el Dos no se da la opción de poder racionalizar sus verdaderas necesidades.
Lo que está bien o mal no depende de un código ético estructurado y racionalizado, simplemente se deja sentir y así es como se guía interiormente hacia lo correcto. Es por esta energía emocional que va por el mundo de forma espontánea e invadiendo los límites de los demás.
Infancia
Un mensaje transmitido consciente o inconscientemente por el entorno al niño, y que éste ha interiorizado, es que sus necesidades no son tan importantes como la de los otros.
El Dos ha necesitado reinventarse desde pequeño a sí mismo a través de una imagen complaciente y de entrega. En muchas ocasiones, ha tomado responsabilidades dentro de su familia a edades muy tempranas, teniendo que ayudar a los padres en la casa, cuidando de sus hermanos o resolviendo los problemas de los adultos.
Hay que aclarar que, aparentemente, el niño Dos no ha vivido estas circunstancias familiares desde la resignación o la apatía, sino desde una energía desenvuelta y desenfadada.
Aquí comienza la energía de la soberbia, tal y como se ha presentado antes. Para poder desenvolverse en un entorno donde se premia la entrega del niño a los demás, el Dos se ha visto obligado a dejar de lado sus necesidades e inseguridades, pues estas le distraerían de las necesidades e inseguridades de los demás.
Suelen ser el orgullo de papá y/o de mamá; los principitos y las princesitas de la casa. Niños buenos, simpáticos, espontáneos y con vitalidad. A veces también inquietos y con un fuerte pronto.
Sexualidad
La necesidad de la aprobación del otro en el Dos le lleva a desenvolverse bajo un halo de seducción, con la finalidad de encandilar y meterse en el bolsillo a quienes selecciona. Esto no ocurre con todas las personas, sólo con aquellas que “son merecedoras” de ser conquistadas por el Dos.
La seducción no pretende la sexualidad en sí misma. Hay una base de erotismo subyacente que no está tanto al servicio del disfrute físico como al de confirmar el deseo que se despierta en el otro.
Suele ocurrir también que, en su imagen de dador más que de receptor, este eneatipo se preocupa más por conseguir la satisfacción sexual ajena que la suya propia, pudiéndose llegar a convertir en un gran amante.
Es una persona muy romántica que busca la unión con el otro. La promiscuidad, o lo que se entiende como la sexualidad por vicio, no es algo que le llame mucho la atención, aunque sí puede tener muchas relaciones sexuales con el fin que antes se mencionaba, apuntar conquistas amorosas.
Se podría decir que hay una confusión entre la necesidad sexual y la necesidad afectiva, una cierta tendencia al hedonismo como estrategia compensatoria a la represión de su carencia emocional.
Un ejemplo lo tenemos en la figura de Casanova, quien iba contabilizando sus continuas conquistas como forma de inflar su Ego al sentirse tan deseado por las mujeres. El erotismo es un elemento clave, pues sus relaciones no se basaban en el sexo por el sexo.
Morfología
Si bien es cierto que el cuerpo del Dos tiende a la rigidez, suele además caracterizarse por una morfología redondeada y proporcionada.
El cuello permanece erguido, de tal manera que mantiene la barbilla en alto, como si estuviera mirando “por encima del hombro”. Ya aquí se entiende la correspondencia que se da entre la pasión dominante del orgullo y la postura altiva que el propio cuerpo presenta.
En las mujeres, los pechos suelen ser generosos, como si pudieran dar de amantar a medio mundo. Por su parte, en el hombre, suele darse una cierta amplitud de torso y pecho, sobresaliendo hacia fuera, como los gallos.
Suele presentar una sonrisa abierta a la conquista, de una gran seducción.
Su mirada se mantiene firme y directa, una forma más que señala la intolerancia a los límites con respecto a los demás.
El cuerpo y la forma de vestir en general son instrumentos al servicio de la conquista del otro. Tanto los hombres como las mujeres Dos emanan un poderío notable, como si de alguna manera el mensaje a transmitir fuera: “aquí estoy yo”.
Carácter dinámico
Ante la tensión y el estrés, el Dos se va al eneatipo Ocho, dando rienda suelta a su agresividad a través de la desvalorización y humillación del otro.
Deja de lado su imagen agradable y encantadora, volviéndose duro, exigente y dominante, reprochando la falta de interés, valoración o afecto ajeno.
Sin embargo, cuando el Dos está más en su centro, tiende al Cuatro, contactando más con su interior a través de una actitud introspectiva. Así, consigue conectar con sus verdaderas emociones y con sus necesidades reprimidas, aceptando aquello que bajo su imagen queda escondido y cuidándose verdaderamente a través de un sano egoísmo.
Conclusiones
En resumen, un eneatipo Dos se define por ser alguien de aspecto encantador, generoso, agradable (aunque hostil si se le contradice), servicial, cabezota, invasivo, seductor, espontáneo, alegre, narcisista, adulador, aventurero, histriónico, manipulador y orientado claramente por la emoción.
Eneatipo 3: Vanidad – El triunfador
Pasión dominante: Vanidad
Suele llamarse “Triunfador” a este eneatipo debido a que su vida suele medirse en función de los éxitos cosechados. El éxito o la valoración propia depende de aquello que el otro valore, de tal manera que se produce un “mirarse a través de los ojos de los demás”.
El culto a la vanidad proviene de un continuo esfuerzo por adaptarse y destacar en lo que se refuerza exteriormente, lo que lleva al Tres a perder su propia identidad.
Hay elementos en común con el eneatipo Dos, quien también se esconde tras su imagen a través de la aprobación ajena. Sin embargo, mientras que el Ayudador “exige” la valoración del otro por considerarse a sí mismo una persona especial, el Triunfador se lo trabaja y pone por medio las pruebas necesarias y objetivas que justifican dicho reconocimiento.
Otra diferencia es que, si bien el Triunfador pertenece a la tríada emocional, hay un fuerte control interno sobre las emociones que no son permitidas o son incorrectas. No se deja llevar fluidamente por las emociones como lo hace el Dos, ni aparentemente viven intensamente sus sentimientos.
Lucha por ser alguien notable, frente a la idea de poder ser visto como un don nadie. El éxito se cosecha a través de una excelsa eficacia y precisión en lo que se hace.
Empleando la terminología de Erich Fromm, según sugiere Claudio Naranjo, el Tres adopta una orientación mercantilista, de tal forma que continuamente está ofreciendo al mercado su propia imagen, camaleonizándose en función de la demanda o la moda del momento.
Consecuentemente, suele haber una gran preocupación por lo que opinen los demás de él. Si el Ego se alimenta de la valoración obtenida por los demás a través de sus logros, un mal rumor o una crítica a su imagen puede herirlo profundamente. La idea de que puedan hablar mal de él a sus espaldas puede llegar a obsesionarlo.
No hay una conexión con la propia experiencia, sino que el Tres vive en función de la idea de experiencia del otro. Por ejemplo, a la hora de comprar ropa, puede pensar más en si gustará a ciertas personas en lugar de conectar con su propio gusto para vestir.
Esto hace que se muestren como si vivieran en un escaparate, de forma superficial, dejándose llevar por una orientación externa en lugar de por sus propios deseos y preferencias. Hay una gran desconexión con su verdadero ser, su yo profundo.
En este anhelo por ser visto encontramos una tendencia al exhibicionismo, a realzar la propia imagen para atraer la atención de alrededor. Todo esto además se cubre de una falsa modestia: el Triunfador no suele alardear abiertamente de sus éxitos de forma descarada, sino que sus propios actos ya son dignos de admiración.
En algún caso, cuando se encuentra amenazado, sí que puede exteriorizar la fanfarronería. Alardear de un cuerpo de buen parecer, un cargo laboral importante, el dinero ganado o aquello que se compra de forma muy selecta serían algunos ejemplos.
Tiende a ser el número uno en lo suyo, da igual la tribu urbana o colectivo al que pertenezca: será el mejor hippie o el mejor ejecutivo, el mejor actor o el mejor médico, el mejor religioso o el mejor ateo.
Suele mostrarse cordial, carismático y agradable. Llama la atención y es el centro muchas veces del grupo. Se gana un cierto estatus a través de su brillantez social.
Por el contrario, si para conseguir su objetivo necesita mantenerse frío emocionalmente ante el otro, es un mal menor que asume con entereza para alcanzar el éxito. Suele ocurrir a veces que, tras una conversación con un tipo Tres, la otra persona regresa a casa como si le hubieran cortado el cuello sin darse cuenta.
Si las cosas se ponen muy en contra para conseguir el triunfo, es capaz de pisotear y desvalorizar a los demás para eliminar así la competencia, de tal forma que se asegura más el éxito si le quita méritos al otro.
El motor que le hace moverse por el mundo de esta manera son los celos, que nacen cuando el Tres se siente amenazado por la posibilidad de que alguien externo sea más competente (atractivo, inteligente, poderoso, eficiente…) que él mismo.
Suele llamarse “Triunfador” a este eneatipo debido a que su vida suele medirse en función de los éxitos cosechados. El éxito o la valoración propia depende de aquello que el otro valore, de tal manera que se produce un “mirarse a través de los ojos de los demás”.
El culto a la vanidad proviene de un continuo esfuerzo por adaptarse y destacar en lo que se refuerza exteriormente, lo que lleva al Tres a perder su propia identidad.
Hay elementos en común con el eneatipo Dos, quien también se esconde tras su imagen a través de la aprobación ajena. Sin embargo, mientras que el Ayudador “exige” la valoración del otro por considerarse a sí mismo una persona especial, el Triunfador se lo trabaja y pone por medio las pruebas necesarias y objetivas que justifican dicho reconocimiento.
Otra diferencia es que, si bien el Triunfador pertenece a la tríada emocional, hay un fuerte control interno sobre las emociones que no son permitidas o son incorrectas. No se deja llevar fluidamente por las emociones como lo hace el Dos, ni aparentemente viven intensamente sus sentimientos.
Lucha por ser alguien notable, frente a la idea de poder ser visto como un don nadie. El éxito se cosecha a través de una excelsa eficacia y precisión en lo que se hace.
Empleando la terminología de Erich Fromm, según sugiere Claudio Naranjo, el Tres adopta una orientación mercantilista, de tal forma que continuamente está ofreciendo al mercado su propia imagen, camaleonizándose en función de la demanda o la moda del momento.
Consecuentemente, suele haber una gran preocupación por lo que opinen los demás de él. Si el Ego se alimenta de la valoración obtenida por los demás a través de sus logros, un mal rumor o una crítica a su imagen puede herirlo profundamente. La idea de que puedan hablar mal de él a sus espaldas puede llegar a obsesionarlo.
No hay una conexión con la propia experiencia, sino que el Tres vive en función de la idea de experiencia del otro. Por ejemplo, a la hora de comprar ropa, puede pensar más en si gustará a ciertas personas en lugar de conectar con su propio gusto para vestir.
Esto hace que se muestren como si vivieran en un escaparate, de forma superficial, dejándose llevar por una orientación externa en lugar de por sus propios deseos y preferencias. Hay una gran desconexión con su verdadero ser, su yo profundo.
En este anhelo por ser visto encontramos una tendencia al exhibicionismo, a realzar la propia imagen para atraer la atención de alrededor. Todo esto además se cubre de una falsa modestia: el Triunfador no suele alardear abiertamente de sus éxitos de forma descarada, sino que sus propios actos ya son dignos de admiración.
En algún caso, cuando se encuentra amenazado, sí que puede exteriorizar la fanfarronería. Alardear de un cuerpo de buen parecer, un cargo laboral importante, el dinero ganado o aquello que se compra de forma muy selecta serían algunos ejemplos.
Tiende a ser el número uno en lo suyo, da igual la tribu urbana o colectivo al que pertenezca: será el mejor hippie o el mejor ejecutivo, el mejor actor o el mejor médico, el mejor religioso o el mejor ateo.
Suele mostrarse cordial, carismático y agradable. Llama la atención y es el centro muchas veces del grupo. Se gana un cierto estatus a través de su brillantez social.
Por el contrario, si para conseguir su objetivo necesita mantenerse frío emocionalmente ante el otro, es un mal menor que asume con entereza para alcanzar el éxito. Suele ocurrir a veces que, tras una conversación con un tipo Tres, la otra persona regresa a casa como si le hubieran cortado el cuello sin darse cuenta.
Si las cosas se ponen muy en contra para conseguir el triunfo, es capaz de pisotear y desvalorizar a los demás para eliminar así la competencia, de tal forma que se asegura más el éxito si le quita méritos al otro.
El motor que le hace moverse por el mundo de esta manera son los celos, que nacen cuando el Tres se siente amenazado por la posibilidad de que alguien externo sea más competente (atractivo, inteligente, poderoso, eficiente…) que él mismo.
Fijación
Se podría decir que la fijación propia de esta estructura de carácter es el engaño, mecanismo ante el cual se ha desplazado al auténtico ser interior, sustituyéndolo por una apariencia o imagen al servicio del éxito y de la valoración externa.
Este engaño permite al Tres conseguir la atención del otro, adaptando su imagen de forma camaleónica en función de la situación y de las modas.
Analizando su dimensión cognitiva, es una persona orientada a la practicidad y a la eficacia: las cosas se demuestran con hechos tangibles. El pensamiento empírico prevalece sobre el pensamiento mágico.
Esta forma de ver el mundo le lleva a que la valoración externa no se da por sentada (como puede hacer el eneatipo Dos), sino que se la gana a pulso, con hechos concretos y un estilo de vida meritorio.
El elemento tierra le representa bastante bien: predomina el raciocinio, la organización, el control, la practicidad, el cálculo y el dominio del tiempo. Se da el caso de algunos Tres que viven con angustia no llevar un reloj, un símbolo claro de la precisión, el control y la eficacia.
A modo orientativo, algunos pensamientos propios de un eneatipo Tres podrían ser:
“Si me esfuerzo, sé que puedo hacerlo mejor que nadie”.
“Tengo la sensación de que los demás tienen envidia de mi”.
“¿Suerte? ¡Para nada! Todo lo que tengo me lo he ganado a pulso”.
“No soporto a la gente falsa”.
“Si quieres hacer las cosas bien, los sentimientos deben pasar a un segundo plano”.
Miedo básico
El mensaje básico del Ego es “solo eres merecedor del amor si trabajas duro y consigues destacar por tus propios méritos”.
Surge en el interior el miedo a la soledad, debido a que, en su parte más consciente, el Tres teme que no sería realmente amado de no ser por sus logros y su máscara ante los demás.
Hay una cierta percepción interna de que los demás se enamoran de un bonito jarrón vacío. Por mucho que intente mostrar todo su esplendor a través de la imagen con la que se vende, está desconectado de su verdadera autenticidad, como si de alguna manera hubiera una cierta conciencia de no creerse para sí mismo el engaño que muestra al mundo.
Mecanismo de defensa
El principal método a través del cual el Ego domina al eneatipo Tres es mediante la identificación con su imagen. Es la manera de mantener la falsedad y engañarse a sí mismo para no recobrar su luz propia, la verdadera identidad con el ser profundo.
También se suele dar el mecanismo de la negación. Una característica básica de este eneatipo es la anticipación al juicio externo sobre sus conductas, es decir, justificar lo que hace indicando que no es lo que parece, cuando realmente lo es. Piensa y siente una cosa mientras que hace o dice otra.
Por ejemplo, puede ocurrir que se haya encontrado en la actualidad con un “enemigo” de la infancia y hable de lo mal que le ve. Posteriormente dirá que no le desea ninguna desgracia y que se apiada de él, cuando la realidad es que probablemente se vanaglorie de haber salido ganando en esa comparación / competición con el otro.
Un posible pensamiento propio de este eneatipo y que más vergüenza le daría admitir podría ser: “fíjate en lo que yo me he convertido y mírate a ti, que no me llegas ni a la suela de los zapatos”.
Infancia
De pequeño, el Tres ha podido sentirse desatendido o no visto por el otro. A veces, incluso, desvalorizados por lo que eran. De esta manera, surge la necesidad de brillar ante los demás como reacción al miedo a la soledad.
Se han documentado muchos casos en los que el niño ha convivido en un hogar donde no podía recibir la suficiente atención de los padres, por las circunstancias que fueran. De aquí nace su fuerte esfuerzo en sobresalir, como una forma de desviar la herida que ha dejado el no sentirse suficientemente querido.
En estas circunstancias de supervivencia básica, el Tres ha aprendido desde pequeño que el amor se sustituye por la condecoración, el éxito y las medallas.
En el fondo se ha creído no sentirse digno de amor por ser quien es y, necesitado de huir de ese vacío provocado por el dolor de no ser aceptado, renunció a su verdadera identidad escondiéndose en una bonita carcasa llena de brillantez y éxito.
Interiorizó las expectativas de los demás (normalmente de los padres), identificándose con los valores y deseos ajenos a través de un proceso de modelado, de imitación.
De tal manera, es habitual que haya sido un niño con alguna herida o trauma emocional de infancia que ha luchado para seguir adelante.
Ha necesitado volverse autónomo y depositar la confianza en sí mismo a través del control y de una actitud orientada al logro. Sustituye el vacío emocional por la valoración que le otorga el éxito cosechado.
Esta actitud de control y dominio de la situación implica también una desconfianza en que las cosas puedan salir bien si no pone él mismo la energía en ellas.
Sexualidad
Suele haber un distanciamiento entre la conducta sexual y la implicación emocional. Hay una gran preocupación por ser efectivo, útil y resultar exitoso, lo que hace que no se pueda entregar fácilmente al amor.
Esto puede llevarle a situaciones realmente peculiares en las que se sienta atraído sexualmente por alguien a quien no ama o viceversa.
La desconexión con la realidad interna, con el ser interior, le lleva normalmente a no vivir la sexualidad desde la unión profunda o espiritual. En muchas mujeres, se puede traducir en cierta frigidez. En el caso de los hombres, suele haber una tendencia a dar mucho placer, a costa de no disfrutar ellos mismos. La atención se centra en “dar la talla” más que en vivir el momento.
Más que la satisfacción del encuentro o la experiencia del sexo, el Tres vive la conquista sexual como objeto de vanagloria, algo de lo que sentirse orgulloso. Esta implicación interna coincide en gran parte con la tendencia del carácter vecino, el eneatipo Dos.
Parte de la imagen que vende al mundo se basa en el atractivo sexual, de tal manera que necesita despertar en el otro la tensión sexual para sentirse valorado. Ser el objeto de deseo ajeno le lleva a una situación de poder, de estatus.
Se podría traducir como un fenómeno “fan”, en el que muchas voces corean su nombre pero se da la dificultad de intimar con el otro individualmente.
Algo muy frecuente en el Tres es la tendencia a poner su atención en personas consideradas inaccesibles que, en el momento en el que dejan de serlas, hace que pierda totalmente su interés.
De alguna manera, el proceso de seducción o de atraer a los demás no llega a consumirse con el acto sexual en muchas ocasiones, pues lo que le interesa no es en sí el sexo, sino superar el reto de ser valorado sexualmente por el otro.
Morfología
El Tres presenta un cuerpo rígido y bien contorneado, con una elevada tensión generalizada y una posible ansiedad derivada del estrés continuo al que se somete para lograr sus metas. También se podría entender dicha ansiedad como un miedo inconsciente a ser descubierto en su falsedad.
Las mujeres son como muñecas de porcelana, de semblante bello pero frías, con tendencia a mostrar una sonrisa congelada. Los hombres apelan por el atractivo masculino, propensos también a la belleza hueca y a una cuidada imagen del físico.
Se da una dependencia al culto al cuerpo a través del deporte, gimnasios, cosméticos, vestimenta, lociones…
Algo notable en este eneatipo es que no hay concordancia entre la expresión y la situación, de tal manera que puede darse el caso en que den el pésame con una sonrisa en la cara o terminen riéndose de forma nerviosa ante las malas noticias.
Es capaz de estar en una conversación en la que, más que escuchar lo que el otro dice, está poniendo su atención en controlar qué cara pone al que tiene enfrente.
Carácter dinámico
El Tres tiende al Nueve cuando se encuentra sometido a altos niveles de tensión y estrés, distanciándose con el sentido de la tarea y frenando su orientación práctica. En este sentido, se pierde aún más en la desconexión con su ser interior, característica inherente al eneatipo Nueve.
Es capaz además de sumergirse en tareas secundarias que le hagan olvidar la insatisfacción provocada por la fuente de su frustración, la tarea central.
Por otra parte, en su camino hacia la integración, el Tres se va al Seis, dejando de lado su necesidad imperiosa de demostrar a los demás lo que vale. Se permite aceptar su normalidad ante el mundo y se adentra en la experiencia de intimar con el otro como un igual.
Deja de estar tanto en el culto y en el trabajo de su propia imagen (la vanidad), para vivirse como una persona más auténtica, conectada con su mundo interior y compartiéndose con el mundo desde ahí.
Conclusiones
En resumen, un eneatipo Tres se define por ser alguien eficaz, controlado, atractivo, exitoso, superficial, práctico, intolerante al fracaso, agradable, vanidoso, camaleónico, brillante, exigente, frío emocionalmente, ambicioso y competitivo.
Eneatipo 4: Envidia – El individualista
Pasión dominante: Envidia
Mientras que el eneatipo Dos rechaza su carencia y la sustituye por una falsa abundancia, y el eneatipo Tres la reprime, el Individualista se identifica plenamente con dicha carencia interior, de tal manera que tiene la tendencia de “añorar algo” que le falta.
De alguna manera, el Cuatro se siente incompleto, como si le hubieran arrancado algo del interior. Muchas personas describen esta sensación como si hubieran conocido el paraíso en algún momento y se lo hubieran arrebatado, como aristócrata en el exilio.
Esta sensación se puede traducir emocionalmente en melancolía, una nostalgia permanente que lleva a la persona a anhelar aquello que le devuelva la felicidad.
Suele haber una continua búsqueda de la intensidad y de lo especial, llegando a aburrirse y a rechazar todo lo que pueda ser considerado como ordinario y superficial. De hecho, la falta de intensidad emocional puede llegar a confundirse con la pérdida de la identidad propia.
Esta intensificación de la emoción le lleva a estar muy en contacto con su mundo interior, predominando a veces ante los demás una postura egocéntrica, donde la palabra “yo” inunda sus conversaciones. Suele ser protagonista de grandes dramas y duras experiencias.
El ego del Cuatro se alimenta del sufrimiento, una tendencia a andar en círculos emocionales donde el pasado traumático suele inundar los recuerdos. Dicho sufrimiento le hace ver el mundo bajo una perspectiva pesimista, como un lugar cruel e injusto.
La energía de la envidia se manifiesta a través de la continua identificación en el exterior de aquello que le falta en el interior. Las otras personas son portadoras de virtudes, relaciones o características deseables que él mismo considera que no tiene.
Este eneatipo tiende a convivir también con un gran sentimiento de culpa. Vive un conflicto interno entre aquello que necesita ansiosamente del exterior y un prejuicio en contra de esta actitud, como una profunda vergüenza por tener envidia, lo cual le lleva a su vez a un empobrecimiento del auto concepto.
Al pertenecer a la tríada emocional del eneagrama, el Cuatro también se identifica con su imagen, inundada en su caso por una clara autoestima baja y un autoconcepto pobre. Se suele sentir muy pequeño ante el mundo.
Destaca su profunda necesidad de amor y el sufrimiento derivado de no llenar esa herida. Desarrolla una tendencia a complicarse la vida con situaciones dolorosas. Esto afianza la imagen que tiene de sí mismo como alguien especial y distinguido, muy diferente a la normalidad que lo rodea.
La búsqueda del desahogo y la necesidad de expresar su individualidad le puede llevar a comulgar íntimamente con cualquier forma de arte, a través del cual consigue plasmar la originalidad de su complejo mundo interior.
Su gran sensibilidad le permite conectar con la belleza que les rodea. Es normal encontrar a grandes cantantes, pintores y diferentes artistas cuya pasión se identifica en la envidia. Poseen una gran creatividad.
Suele utilizar la queja y el sentimiento de pena para enternecer los corazones y así obtener la atención o la ayuda que necesita.
A través del propio abandono y del auto castigo suele conseguir la protección del otro. En su parte más insana, puede llegar incluso a amenazar con hacerse daño si no se le atiende como necesita.
Debido al apego con el sufrimiento, empatiza muy fácilmente con la aflicción de los demás. Tiende a mostrarse comprensivo, tierno y dedicado al otro.
Fijación
El principal razonamiento o postura cognitiva que subyace a la pasión de la envidia es la necesidad de compensación.
Dicha fijación se produce debido a la comparación continua con los demás, a través de la cual el Cuatro se evalúa, se desvaloriza y se siente en desventaja. Esta forma de verse a sí mismo y al mundo deriva en una demanda al exterior, quejándose unas veces y otras reclamando aquello que les falta.
Al contemplar la carencia promovida por dicha comparación con las otras personas, se verá con la necesidad y el derecho de ser compensados. La necesidad de amor se torna en autocompasión.
Es normal en el Cuatro retirarse a su mundo de fantasía y romanticismo, donde se intensifica la emoción y se permite desconectar de la realidad. De hecho, se puede decir que hay una huida de la racionalidad, ya que eso le desconecta de la vivencia emocional que le hace sentir único y especial.
En su forma de ver a los seres amados hay una idealización del otro. En las relaciones, sobre todo en las de pareja, se proyecta la figura del salvador, aquel que viene a rescatarlo de su mundo de sufrimiento.
Consecuentemente, cuando la relación continúa y el Cuatro conecta con la realidad, se produce una decepción al no encontrarse con esa figura idealizada, volviendo otra vez a la sensación de insatisfacción y de no ser suficientemente amado ni valorado.
Algunas creencias que pueden darse comúnmente en este eneatipo adoptarían la siguiente forma:
¡Nadie me comprende!
Tarde o temprano, todos me defraudan.
El amor es una experiencia muy intensa y muy dolorosa.
¿Por qué a mí?
Miedo básico
Podríamos decir que un miedo profundo que reside en el Individualista es el de no ser uno mismo, perder su propia identidad.
Esto hace que muchas veces se complique la vida por tal de vivirse como un ser único que sufre intensamente sus emociones y deseos.
Otro miedo característico es al abandono. El Cuatro suele ver en el otro la posibilidad de sentirse completo, pues se da una identificación en la otra persona de los atributos o características buenas y deseables que no cree tener para sí mismo.
Esta idea de “ser incompleto” les lleva a dicho miedo profundo al abandono, pues una vida en soledad le conduce nuevamente a un hondo sufrimiento y una fuerte sensación de carencia emocional.
Mecanismo de defensa
En este eneatipo destaca la introyección como principal mecanismo de defensa, la cual se podría definir como una tendencia a incorporar lo que hay fuera en el interior.
Al contrario que en la proyección, propia del eneatipo Seis, en la introyección no se expulsa de sí mismo características propias y se ponen en el otro, sino que hay una apropiación de lo externo.
La relación con el otro pasa a ser parte del concepto del “yo” de tal manera que, si hay algo malo en la propia persona, hay algo malo en la relación. Esto es debido al auto concepto pobre del Cuatro, que se extiende a lo que considera suyo, como una expansión de la identidad, del Ego.
La introyección conlleva un hambre voraz por ingerir y apropiarse de aquello que compensará la carencia interior. Sin embargo, como cualquier otro mecanismo de defensa, sigue siendo una trampa del Ego, pues por más que se apropie de lo que otros tienen, tarde o temprano, al interiorizarlo y al formar parte del “yo”, pasa por un filtro en el que lo bueno se torna inadecuado e insuficiente.
Lo que antes era deseado pasa a ser insatisfactorio debido a la propia consideración interna de que lo que él tiene no es válido.
En este sentido, da igual por tanto lo que se interiorice, pues pasará a ser considerado como algo propio y se teñirá de la carencia o insuficiencia con la cual se identifica el Cuatro.
Infancia
El niño Cuatro ha crecido bajo la sensación de que no le ha llegado el amor que necesitaba. Ha podido sentirse abandonado o no valorado por ser quien realmente es.
Curiosamente, el Individualista no suele verse reflejado o identificado en sus padres, como si hubiera sido adoptado o él no pudiera formar parte de su familia.
En su infancia ha introyectado o se ha tragado metafóricamente a un padre o madre no amoroso, razón por la cual se explica un auto concepto tan negativo. Esto conduce además a la búsqueda de la individualidad y de su propia identidad a costa del propio sufrimiento.
También se puede dar la necesidad continua de llamar la atención y hacerse pequeñito para poder ser amparados. Esto es promovido por el amor añorado y perdido en la infancia, que no se deja atrás llegada la etapa adulta. Hay una cierta imposibilidad de aparcar el pasado.
La conexión con el pasado doloroso le lleva a refugiarse en un mundo de fantasía. El niño Cuatro muchas veces ha necesitado huir de su realidad, por lo que a veces es común verlo aislado en su habitación, ensimismado y jugando con la imaginación.
Ha vivido su infancia bajo el prisma de que los otros que le rodeaban han sido más completos y valorados, lo que les ha llevado a potenciar un sentimiento de vergüenza por verse a sí mismo en condiciones de inferioridad.
Paralelamente, desprende una cierta actitud como si el mundo estuviera en deuda con él por haberle tratado de forma tan injusta. Esto hace que se vea con derecho a demandar y a exigir a los demás el cuidado y la atención que necesita.
Sexualidad
En la sexualidad suele desplegarse un deseo de unión. El Cuatro puede llegar a vivir muy íntimamente la experiencia del sexo y la conexión con el otro.
Debido a que la fantasía romántica está muy presente en este eneatipo, al pasar por la experiencia real puede quedar una sensación de insatisfacción, fruto de comparar dicha fantasía con el encuentro sexual acontecido.
En muchos Cuatro suele producirse una pérdida del interés sexual a medida que pasa el tiempo y la relación avanza.
No llega a valorar el sexo en la pareja hasta que se pierde. Es entonces cuando volverá a recobrar el interés pues, a fin de cuentas, se anhela aquello que no se tiene.
En su vida de pareja tiende a darse una dualidad de amor-odio, alternando la vulnerabilidad con la agresividad, aspectos que también se pueden trasladar a sus relaciones sexuales.
Morfología
El Individualista suele mostrar un cuerpo lacio y de extremidades caídas. Normalmente presenta un “cuello de cisne”, alargado, con una tendencia a la palidez de piel en general.
Se vislumbra la tristeza interior en la mirada de sus ojos, el peso de una vida difícil y llena de dolor. En el semblante se puede distinguir la imagen prototípica de una “virgen dolorosa”.
Sin embargo, si bien es cierto que el llanto y la queja tienden a estar muy presentes, el Cuatro puede a veces expresarse con una sonrisa para contrarrestar la vergüenza que le genera su auto concepto.
Algo también muy característico en este eneatipo reside en un estilo propio, que se refleja en su forma de vestir, a veces refinada, otras veces extravagante; pero ante todo muy personalizado y distinto a lo común. Esto, además, se extiende a sus pertenencias y a sus habitaciones, donde se lucen colores, formas y estilos extraordinarios, estéticos, originales y con un sello muy íntimo.
En general, el cuerpo transmite una cierta sensación de fragilidad, que acompaña a la actitud de demanda característica de esta estructura de carácter.
Carácter dinámico
En el llamado camino hacia el estrés, el Cuatro se mueve hacia el Dos. Este movimiento hace que intente remediar de forma neurótica en sus relaciones las consecuencias derivadas de retirarse a su mundo propio y descuidar la relación.
De tal forma, el acercamiento al Dos supone tomar una actitud forzada de cordialidad, entrega y amabilidad para volver a acortar las distancias. Es una forma de aferrarse y solidificar la relación y evitar el posible abandono por parte del otro.
También puede en momentos concretos potenciar la dependencia de la otra persona, recordándole los favores prestados o lo importante que es él (el Cuatro) para la vida del otro.
Por otra parte, el Cuatro en proceso de integración se desplaza al Uno. De esta manera, se deja llevar más por el instinto en lugar de refugiarse en lo emocional. Diferencia mejor la realidad de la subjetividad impregnada en sus estados o reacciones emocionales.
A través de esta aceptación de la realidad, se implica directamente en la vida y toma su responsabilidad para con el mundo, encontrando en si mismo su auténtica valía y fortaleza.
Conclusiones
En resumen, un eneatipo Cuatro se define por ser alguien idealista, dramático, romántico, sufridor, creativo, intensamente emocional, victimista, sensible, tormentoso, fantasioso, esteta, melancólico, ensimismado, temperamental, diferente y especial.
Eneatipo 5: Avaricia – El investigador
Pasión dominante: Avaricia
La pasión de la avaricia podría definirse como una tendencia a la contención, una tendencia a retirarse a su mundo interior donde puede preservar y proteger su energía del exterior.
Puede ser visto como una forma de preservar la propia vitalidad a costa de economizar y proteger su tiempo, su energía y recursos personales. Sin embargo, este eneatipo no siempre es codicioso en lo material.
La avaricia en el Cinco viene determinada por la percepción de sentirse indefenso ante un mundo demandante.
Es muy común en esta estructura de carácter una tendencia a coleccionar o almacenar que podría asemejarse al “síndrome de Diógenes”.
La necesidad de acumular, ya sean objetos o conocimientos, tiene relación con el impulso de salvaguardar sus posibles necesidades sin tener que depender de nadie externo.
Retirarse a la mente es su manera de desconectar con la realidad vivencial y, por lo tanto, sentirse más seguro.
Dicha retirada a un mundo intelectual le lleva a desconectar de sus emociones. Hay una disociación entre cuerpo y mente, lo que se traduce en una fuerte sensación de vacío existencial. Es por ello que podemos ver usualmente al Cinco como una persona apagada a la vez que inexpresiva.
Entrar en una relación de dependencia con el otro supone un conflicto debido a su creencia de que tiene poco y está desprotegido. Podríamos imaginárnoslo como una batería con poca energía, temiendo a que alguien llegara y consumiera lo poco que tiene.
Esto le lleva a una búsqueda e identificación de las posibles necesidades de los demás, como forma de controlar la amenaza externa. La expectativas de los otros son ataduras que se viven desde la exigencia, algo de lo que continuamente huye.
La necesidad de investigar y desarrollarse en sus propios intereses no es compatible con el hecho de compartirse. Esto es lo que hace que pueda ser visto como una persona solitaria que prefiere vivir la vida como un observador.
Para preservarse de participar de este mundo amenazante, el Cinco paga el tributo de negar sus propias necesidades, de tal manera que, cuanto menos necesita, mejor.
Dicha negación es lo que deriva a su vez en una compensación por coleccionar conocimientos u objetos y conservar su energía y su tiempo para fortalecer aquellos intereses propios que le hacen sentir más seguro.
Otro aspecto que define al Investigador, como también es apodado el eneatipo Cinco, es su frialdad o determinación a no implicarse emocionalmente con el otro. De tal forma, suele mostrarse más bien introvertido, muy analítico y a veces poco sociable.
Esta mezquindad, entendida como la tendencia a no darse, se puede comprender si consideramos que el Cinco se identifica en la carencia, en lo poco que tiene y en el miedo consecuente a quedarse sin nada
Puede ser visto como un gran experto, especialista y curtido en una o varias materias, debido a su afán por profundizar en el conocimiento. A veces, son contemplados como representantes destacados en diferentes disciplinas.
No es extraño encontrar a un carácter Cinco rodeado por los demás. Normalmente sin buscarlo, hace las veces de maestro en materias intelectuales (escritores o científicos eruditos) o en disciplinas introspectivas (profesores de yoga o sabios monjes).
Algo que también caracteriza a este eneatipo es el desplazamiento de la acción. Debido a su inseguridad, en muchas ocasiones no se siente suficientemente preparado para salir al mundo.
Él mismo nunca se ve lo suficientemente experto como para mostrarse seguro y abiertamente, a pesar de que alrededor la gente le haga ver lo contrario.
Además, sentirse experto en la materia que domina también está condicionado en función de si hay otras personas alrededor que se manejen bien con dicha materia.
Es por ello que a veces puede dedicar su atención y profundizar en temas realmente extraños o inusuales, donde poder crearse un espacio mental de seguridad y retirado, al que nadie puede llegar.
Fijación
La fijación que permite al Cinco darse derecho a sucumbir a la pasión de la Avaricia es la importancia depositada en la propia autonomía.
Como hemos podido ver, este eneatipo tiende a protegerse del entorno a través de la retención de su energía, buscando el aislamiento.
La necesidad de sentirse independiente y capaz de manejar su vida por sí mismo es la salvaguarda o el tributo que pagar por llevar una vida solitaria. Cualquier vínculo de dependencia le devuelve a su temor a ser ingerido o abusado por el otro.
Es por esto que no lleva muy bien ser ayudado por los demás. Para que alguien pueda dar, obliga al otro a tener que recibir, algo que el Cinco evita siempre que puede para no contraer una deuda que hiciera peligrar lo poco que tiene.
Tiene desarrollado un fuerte superego, un “Pepito Grillo” que le recuerda una y otra vez lo pequeño que es ante el mundo. Esto le hace esconderse tras una personalidad abrumada y temerosa.
Debido a que pertenece a la tríada del pensamiento, su mente tiende a dirigir su vida. Le encanta elaborar detalladas teorías e indagar en posibles ideas alternativas.
Su pensamiento es de tipo analítico, muy abstracto y caótico para los demás, de tal manera que puede presentar dificultades a la hora de expresarse y que la otra persona le entienda.
También es capaz de defender con gran ímpetu sus creencias más profundas, sus tesoros más preciados, llegando incluso a provocar y alejar a los otros con comentarios extremos o excéntricos, haciéndole sentir a veces superior intelectualmente a los demás.
Sin embargo, es más frecuente que se relacione con las personas que despiertan su interés intelectual, aunque lo haga desde los conocimientos que posee (normalmente a través de tecnicismos), evitando así hablar de él mismo y de sus sentimientos.
Entre los pensamientos que marcan tendencia en este eneatipo podríamos considerar los siguientes:
Más vale solo que mal acompañado.
¿Para qué quedarse en la superficie si se puede profundizar más?
Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice.
No necesito nada de nadie. Yo sólo me basto.
Solo quiero que me dejen en paz.
Miedo básico
El Cinco vive acogido a sus miedos, acosado por sus temores, expresándose ante el mundo mediante conductas evitatorias.
Como decíamos anteriormente, este eneatipo vive con una continua sensación de alerta ante la posible invasión de su intimidad. Esto hace que tema y huya en muchas ocasiones de la relaciones personales, donde podrían abusar de él y desgastarse.
En su interior tiene un profundo miedo a no ser capaz, a no darse a valer y a sentirse vacío. El compromiso o la exigencia impuesta provocan que tome distancia y se cierre aún más, como la ostra que protege su perla del exterior.
Puede llegar a presentar pensamientos distorsionados de la realidad, tales como ideas persecutorias o raras, especulaciones o fantasías sobre realidades alternativas.
Mecanismo de defensa
El principal mecanismo de defensa que sustenta el ego de este eneatipo es el aislamiento. De esta forma, consigue sentirse protegido de su hipersensibilidad y del miedo a que su intimidad y su mundo interior sean invadidos.
El Cinco tiende a retirarse a la mente, donde puede escrutar la realidad desde una perspectiva más “objetiva” y segura. Sin embargo, la retirada implica una desconexión de la propia vivencia, de sus emociones y de sus sentidos.
Sacrifica vivir la experiencia en pos de mejorar su red de conocimientos y la estructura que los sostiene.
Si echáramos un vistazo al interior de su mente, quizás podríamos encontrar toda una base de datos clasificada por categorías y conectadas una con otras a través de asociaciones lógicas y empíricas.
La tendencia a perfeccionar y ampliar dicho “ordenador” (su mente) y la relación entre los datos contenidos (sus conocimientos) es una de las tapaderas que permiten al Investigador sentirse más seguro y compensar su sensación de vacío interior.
Otra manera de referirnos al mecanismo de defensa del Cinco es entendiendo el concepto de desapego.
Este desapego no hace referencia únicamente a la no implicación con los demás, sino también a un distanciamiento con el propio cuerpo y con sus sentimientos.
La evitación de la emoción, las propias y las ajenas, puede llevarle a mostrar un aspecto de mezquindad y de sangre fría, fruto de la gran distancia que él mismo establece entre su mente y su corazón.
Infancia
Teniendo en cuenta que cuando hablo de la infancia de cada eneatipo hago alusiones a tendencias, en el caso del Cinco suele haber detrás una sensación de rechazo o de asfixia por parte de alguno de los progenitores (o ambos).
Este eneatipo ha llegado a interiorizar una inseguridad que se acentuó cuando el padre o la madre permanecía cerca de él.
Básicamente ha podido sentirse amenazado o asfixiado por una actitud invasiva paternal. De hecho, es muy común encontrar en el Cinco un progenitor Ocho o Dos. Desde este punto de vista, la desconexión emocional con los padres se hace necesaria para su supervivencia.
Su manera de protegerse ante la amenaza externa y cercana fue desconectarse emocionalmente de los padres, de sus propias emociones y de su cuerpo, refugiándose así en su mundo intelectual, lejos de la realidad y del peligro que amenaza su supervivencia.
De esta forma, el Investigador suele haber sido un niño independiente, desimplicado y con la única necesidad de que lo dejaran en paz.
Es común por tanto encontrar estructuras de carácter Cinco que de pequeños permanecían encerrados en su habitación, jugando solos y dedicándose a actividades individuales (lectura, ordenador, estudios…).
Sexualidad
El Cinco no suele ser una persona que se lanza a la conquista, sino que permanece más bien “a la espera”, dominado por sus miedos e inseguridades.
De hecho, para conquistarle, muchas veces se necesita superar varias pruebas, pues no se abre a cualquiera en este proceso de seducción.
No parece mostrar abiertamente su necesidad sexual. Por el contrario, hay una tendencia a inhibir la relaciones amorosas. Sin embargo, una vez confía en alguien, puede mostrar una conducta sexual muy posesiva, como manera de conseguir esa posesión deseada.
Digamos que, bajo una apariencia poco llamativa y a veces apagada, se puede ocultar una persona sexualmente muy desinhibida. De hecho, podría ser considerado un gran amante, aunque le suele costar comunicarse y entregarse como pareja sentimental.
En su apariencia, el Cinco no pretende despertar la atención de los demás, sino que prefiere pasar más bien desapercibido.
Esto hace que muchas veces consiga el efecto contrario: ser visto como una persona misteriosa a la que se la desea conocer más profundamente, ya sea despertando en él su lado salvaje, su sexualidad o bien intimando en otras esferas.
Morfología
El cuerpo del Cinco suele desprender una cierta descoordinación y una gran fragilidad: tronco alargado, rasgos angulosos y extremidades muy finas. Suele ser fibrado y con poca grasa.
Presenta una respiración de ritmo entrecortado, como si tan sólo tomara el aire justo para sobrevivir.
Suele tener una pisada peculiar, pues raramente apoya toda la planta, sino que más bien presenta un puente curvado, con un predominio del apoyo en la parte exterior del pie, como si no quisiera dejar su huella por la vida.
En su forma de vestir se refleja una cierta inhabilidad o torpeza para adaptarse a lo que suele ser común, de tal manera que puede combinar colores estrambóticos o vestir en general con desarmonía.
Aquí no hay una intención de diferenciarse del resto, como puede ocurrir con el tipo Cuatro, sino que su extraña apariencia ciertamente se debe a una cierta torpeza a la hora de integrarse hábilmente con el mundo.
Carácter dinámico
En su movimiento hacia el estrés, el Cinco tiende al Siete. Cuando percibe que el aislamiento no le proporciona la seguridad habitual, puede lanzarse a la acción compulsiva.
Se vuelve inquieto y acelerado, saltando de una actividad a otra como forma de distraerse de sus temores y de su sensación de vacío.
Puede volcarse en actividades aparentemente “golosas” (televisión, comida, drogas, sexo compulsivo…) que realmente no le llenan, sino que únicamente le hace desconectar más de sí mismo.
Cuando se mueve hacia la integración, el Cinco se va al Ocho, de tal forma que sale al mundo, pisando seguro de sí mismo y dándose permiso para ir tras la consecución real de sus metas.
Todo esto es posible debido a que conecta más con su centro instintivo, de donde nace la acción. Sale de su mente para implicase en el mundo, volviéndose más funcional.
Conclusión
En resumen, un eneatipo Cinco se define por ser alguien intelectual, analítico, solitario, autónomo, mezquino, perfeccionista, inexpresivo, profundo, inseguro, hipersensible, extraño, inadaptado, desapegado, independiente, reservado, especulativo y des implicado.
La pasión de la avaricia podría definirse como una tendencia a la contención, una tendencia a retirarse a su mundo interior donde puede preservar y proteger su energía del exterior.
Puede ser visto como una forma de preservar la propia vitalidad a costa de economizar y proteger su tiempo, su energía y recursos personales. Sin embargo, este eneatipo no siempre es codicioso en lo material.
La avaricia en el Cinco viene determinada por la percepción de sentirse indefenso ante un mundo demandante.
Es muy común en esta estructura de carácter una tendencia a coleccionar o almacenar que podría asemejarse al “síndrome de Diógenes”.
La necesidad de acumular, ya sean objetos o conocimientos, tiene relación con el impulso de salvaguardar sus posibles necesidades sin tener que depender de nadie externo.
Retirarse a la mente es su manera de desconectar con la realidad vivencial y, por lo tanto, sentirse más seguro.
Dicha retirada a un mundo intelectual le lleva a desconectar de sus emociones. Hay una disociación entre cuerpo y mente, lo que se traduce en una fuerte sensación de vacío existencial. Es por ello que podemos ver usualmente al Cinco como una persona apagada a la vez que inexpresiva.
Entrar en una relación de dependencia con el otro supone un conflicto debido a su creencia de que tiene poco y está desprotegido. Podríamos imaginárnoslo como una batería con poca energía, temiendo a que alguien llegara y consumiera lo poco que tiene.
Esto le lleva a una búsqueda e identificación de las posibles necesidades de los demás, como forma de controlar la amenaza externa. La expectativas de los otros son ataduras que se viven desde la exigencia, algo de lo que continuamente huye.
La necesidad de investigar y desarrollarse en sus propios intereses no es compatible con el hecho de compartirse. Esto es lo que hace que pueda ser visto como una persona solitaria que prefiere vivir la vida como un observador.
Para preservarse de participar de este mundo amenazante, el Cinco paga el tributo de negar sus propias necesidades, de tal manera que, cuanto menos necesita, mejor.
Dicha negación es lo que deriva a su vez en una compensación por coleccionar conocimientos u objetos y conservar su energía y su tiempo para fortalecer aquellos intereses propios que le hacen sentir más seguro.
Otro aspecto que define al Investigador, como también es apodado el eneatipo Cinco, es su frialdad o determinación a no implicarse emocionalmente con el otro. De tal forma, suele mostrarse más bien introvertido, muy analítico y a veces poco sociable.
Esta mezquindad, entendida como la tendencia a no darse, se puede comprender si consideramos que el Cinco se identifica en la carencia, en lo poco que tiene y en el miedo consecuente a quedarse sin nada
Puede ser visto como un gran experto, especialista y curtido en una o varias materias, debido a su afán por profundizar en el conocimiento. A veces, son contemplados como representantes destacados en diferentes disciplinas.
No es extraño encontrar a un carácter Cinco rodeado por los demás. Normalmente sin buscarlo, hace las veces de maestro en materias intelectuales (escritores o científicos eruditos) o en disciplinas introspectivas (profesores de yoga o sabios monjes).
Algo que también caracteriza a este eneatipo es el desplazamiento de la acción. Debido a su inseguridad, en muchas ocasiones no se siente suficientemente preparado para salir al mundo.
Él mismo nunca se ve lo suficientemente experto como para mostrarse seguro y abiertamente, a pesar de que alrededor la gente le haga ver lo contrario.
Además, sentirse experto en la materia que domina también está condicionado en función de si hay otras personas alrededor que se manejen bien con dicha materia.
Es por ello que a veces puede dedicar su atención y profundizar en temas realmente extraños o inusuales, donde poder crearse un espacio mental de seguridad y retirado, al que nadie puede llegar.
Fijación
La fijación que permite al Cinco darse derecho a sucumbir a la pasión de la Avaricia es la importancia depositada en la propia autonomía.
Como hemos podido ver, este eneatipo tiende a protegerse del entorno a través de la retención de su energía, buscando el aislamiento.
La necesidad de sentirse independiente y capaz de manejar su vida por sí mismo es la salvaguarda o el tributo que pagar por llevar una vida solitaria. Cualquier vínculo de dependencia le devuelve a su temor a ser ingerido o abusado por el otro.
Es por esto que no lleva muy bien ser ayudado por los demás. Para que alguien pueda dar, obliga al otro a tener que recibir, algo que el Cinco evita siempre que puede para no contraer una deuda que hiciera peligrar lo poco que tiene.
Tiene desarrollado un fuerte superego, un “Pepito Grillo” que le recuerda una y otra vez lo pequeño que es ante el mundo. Esto le hace esconderse tras una personalidad abrumada y temerosa.
Debido a que pertenece a la tríada del pensamiento, su mente tiende a dirigir su vida. Le encanta elaborar detalladas teorías e indagar en posibles ideas alternativas.
Su pensamiento es de tipo analítico, muy abstracto y caótico para los demás, de tal manera que puede presentar dificultades a la hora de expresarse y que la otra persona le entienda.
También es capaz de defender con gran ímpetu sus creencias más profundas, sus tesoros más preciados, llegando incluso a provocar y alejar a los otros con comentarios extremos o excéntricos, haciéndole sentir a veces superior intelectualmente a los demás.
Sin embargo, es más frecuente que se relacione con las personas que despiertan su interés intelectual, aunque lo haga desde los conocimientos que posee (normalmente a través de tecnicismos), evitando así hablar de él mismo y de sus sentimientos.
Entre los pensamientos que marcan tendencia en este eneatipo podríamos considerar los siguientes:
Más vale solo que mal acompañado.
¿Para qué quedarse en la superficie si se puede profundizar más?
Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice.
No necesito nada de nadie. Yo sólo me basto.
Solo quiero que me dejen en paz.
Miedo básico
El Cinco vive acogido a sus miedos, acosado por sus temores, expresándose ante el mundo mediante conductas evitatorias.
Como decíamos anteriormente, este eneatipo vive con una continua sensación de alerta ante la posible invasión de su intimidad. Esto hace que tema y huya en muchas ocasiones de la relaciones personales, donde podrían abusar de él y desgastarse.
En su interior tiene un profundo miedo a no ser capaz, a no darse a valer y a sentirse vacío. El compromiso o la exigencia impuesta provocan que tome distancia y se cierre aún más, como la ostra que protege su perla del exterior.
Puede llegar a presentar pensamientos distorsionados de la realidad, tales como ideas persecutorias o raras, especulaciones o fantasías sobre realidades alternativas.
Mecanismo de defensa
El principal mecanismo de defensa que sustenta el ego de este eneatipo es el aislamiento. De esta forma, consigue sentirse protegido de su hipersensibilidad y del miedo a que su intimidad y su mundo interior sean invadidos.
El Cinco tiende a retirarse a la mente, donde puede escrutar la realidad desde una perspectiva más “objetiva” y segura. Sin embargo, la retirada implica una desconexión de la propia vivencia, de sus emociones y de sus sentidos.
Sacrifica vivir la experiencia en pos de mejorar su red de conocimientos y la estructura que los sostiene.
Si echáramos un vistazo al interior de su mente, quizás podríamos encontrar toda una base de datos clasificada por categorías y conectadas una con otras a través de asociaciones lógicas y empíricas.
La tendencia a perfeccionar y ampliar dicho “ordenador” (su mente) y la relación entre los datos contenidos (sus conocimientos) es una de las tapaderas que permiten al Investigador sentirse más seguro y compensar su sensación de vacío interior.
Otra manera de referirnos al mecanismo de defensa del Cinco es entendiendo el concepto de desapego.
Este desapego no hace referencia únicamente a la no implicación con los demás, sino también a un distanciamiento con el propio cuerpo y con sus sentimientos.
La evitación de la emoción, las propias y las ajenas, puede llevarle a mostrar un aspecto de mezquindad y de sangre fría, fruto de la gran distancia que él mismo establece entre su mente y su corazón.
Infancia
Teniendo en cuenta que cuando hablo de la infancia de cada eneatipo hago alusiones a tendencias, en el caso del Cinco suele haber detrás una sensación de rechazo o de asfixia por parte de alguno de los progenitores (o ambos).
Este eneatipo ha llegado a interiorizar una inseguridad que se acentuó cuando el padre o la madre permanecía cerca de él.
Básicamente ha podido sentirse amenazado o asfixiado por una actitud invasiva paternal. De hecho, es muy común encontrar en el Cinco un progenitor Ocho o Dos. Desde este punto de vista, la desconexión emocional con los padres se hace necesaria para su supervivencia.
Su manera de protegerse ante la amenaza externa y cercana fue desconectarse emocionalmente de los padres, de sus propias emociones y de su cuerpo, refugiándose así en su mundo intelectual, lejos de la realidad y del peligro que amenaza su supervivencia.
De esta forma, el Investigador suele haber sido un niño independiente, desimplicado y con la única necesidad de que lo dejaran en paz.
Es común por tanto encontrar estructuras de carácter Cinco que de pequeños permanecían encerrados en su habitación, jugando solos y dedicándose a actividades individuales (lectura, ordenador, estudios…).
Sexualidad
El Cinco no suele ser una persona que se lanza a la conquista, sino que permanece más bien “a la espera”, dominado por sus miedos e inseguridades.
De hecho, para conquistarle, muchas veces se necesita superar varias pruebas, pues no se abre a cualquiera en este proceso de seducción.
No parece mostrar abiertamente su necesidad sexual. Por el contrario, hay una tendencia a inhibir la relaciones amorosas. Sin embargo, una vez confía en alguien, puede mostrar una conducta sexual muy posesiva, como manera de conseguir esa posesión deseada.
Digamos que, bajo una apariencia poco llamativa y a veces apagada, se puede ocultar una persona sexualmente muy desinhibida. De hecho, podría ser considerado un gran amante, aunque le suele costar comunicarse y entregarse como pareja sentimental.
En su apariencia, el Cinco no pretende despertar la atención de los demás, sino que prefiere pasar más bien desapercibido.
Esto hace que muchas veces consiga el efecto contrario: ser visto como una persona misteriosa a la que se la desea conocer más profundamente, ya sea despertando en él su lado salvaje, su sexualidad o bien intimando en otras esferas.
Morfología
El cuerpo del Cinco suele desprender una cierta descoordinación y una gran fragilidad: tronco alargado, rasgos angulosos y extremidades muy finas. Suele ser fibrado y con poca grasa.
Presenta una respiración de ritmo entrecortado, como si tan sólo tomara el aire justo para sobrevivir.
Suele tener una pisada peculiar, pues raramente apoya toda la planta, sino que más bien presenta un puente curvado, con un predominio del apoyo en la parte exterior del pie, como si no quisiera dejar su huella por la vida.
En su forma de vestir se refleja una cierta inhabilidad o torpeza para adaptarse a lo que suele ser común, de tal manera que puede combinar colores estrambóticos o vestir en general con desarmonía.
Aquí no hay una intención de diferenciarse del resto, como puede ocurrir con el tipo Cuatro, sino que su extraña apariencia ciertamente se debe a una cierta torpeza a la hora de integrarse hábilmente con el mundo.
Carácter dinámico
En su movimiento hacia el estrés, el Cinco tiende al Siete. Cuando percibe que el aislamiento no le proporciona la seguridad habitual, puede lanzarse a la acción compulsiva.
Se vuelve inquieto y acelerado, saltando de una actividad a otra como forma de distraerse de sus temores y de su sensación de vacío.
Puede volcarse en actividades aparentemente “golosas” (televisión, comida, drogas, sexo compulsivo…) que realmente no le llenan, sino que únicamente le hace desconectar más de sí mismo.
Cuando se mueve hacia la integración, el Cinco se va al Ocho, de tal forma que sale al mundo, pisando seguro de sí mismo y dándose permiso para ir tras la consecución real de sus metas.
Todo esto es posible debido a que conecta más con su centro instintivo, de donde nace la acción. Sale de su mente para implicase en el mundo, volviéndose más funcional.
Conclusión
En resumen, un eneatipo Cinco se define por ser alguien intelectual, analítico, solitario, autónomo, mezquino, perfeccionista, inexpresivo, profundo, inseguro, hipersensible, extraño, inadaptado, desapegado, independiente, reservado, especulativo y des implicado.
Fuente: Terapia Humanista