Artículo: Las Emociones Tóxicas (Por Eckhart Tolle)

28 de septiembre de 2016

Emociones Tóxicas: “Nuestras emociones están allí para ser sentidas, pero no para dominar nuestra vida, porque, de hacerlo, se volverán tóxicas”.
Sanar nuestras emociones implica prepararnos para liberarnos de las emociones negativas y tóxicas que, en definitiva, no nos ayudan a encontrar una solución. La ansiedad, la angustia, la insatisfacción crónica, el apego, la envidia, el miedo, la culpa, el rechazo, los celos… Son algunas de las «emociones tóxicas» que debemos identificar y trabajar para alcanzar la paz interior.

La cuestión es otorgarle a cada emoción el verdadero significado que tiene. Las emociones no pueden ser controladas desde fuera sino que deben serlo desde dentro de nuestra vida diaria. Vivir significa conocerse, y ese conocimiento es el que nos permite relacionarnos con el otro y con nosotros mismos.

Cualquier emoción que reprimamos o guardemos —sea positiva o negativa— es susceptible de convertirse en tóxica. Esa emoción se puede llamar miedo, ansiedad, enojo, envidia, malhumor, etc. Cuando vivimos la emoción tóxica, de alguna forma nuestro cerebro la reconduce y al final va a parar a algún órgano del cuerpo, enfermándonos.

Hay personas que les cuesta expresar, por ejemplo, el enojo. Creen que estar enfadado es malo y que no es correcto mostrarse así, por lo que reprimen esa emoción, la guardan, se la tragan o la disimulan y, sin querer, esa emoción no expresada la envían a una parte de su cuerpo y pudiendo tener un problema de salud, como un infarto.

Otras personas tienen miedo a tener miedo; entonces evitan situaciones que les generen ansiedad, como por ejemplo hablar en público o estar con otras personas, convirtiendo esa emoción en
tóxica.

Otros individuos guardan las emociones por tener una autoestima baja y creen que no tienen derecho a expresar lo que desean o sienten, por lo que anulan las emociones, canalizando erróneamente los sentimientos y llevándoles a un estado físico y psíquico enfermizo.

Hay multiplicidad de causas, pero todas ellas tienen algo en común: cada vez que guardamos una emoción o la reprimimos, esa emoción puede acabar siendo tóxica.

Nos afecta produciendo enfermedades psicosomáticas, infartos, enfermedades gastrointestinales, etc.

Por lo general, todas las emociones tienen una plataforma emocional: el estrés.

Cuando una persona tiene una sobrecarga, llámese una deuda económica, un problema en el hogar, con los hijos o con el trabajo, toda esa sobrecarga al final produce una enfermedad, ya sea con más o menos incidencia o más o menos gravedad.

Por esto es importante discernir lo que sentimos y ponerlo en palabras para liberar cualquier sobrecarga emocional.

Las emociones no son ni buenas ni malas, simplemente son energía, y la energía es una fuerza que hay que gastarla o liberarla.

Una de las emociones nocivas es la llamada ansiedad tóxica. Utilizaremos un paralelismo musical para entender su desarrollo en nuestros cuerpos. Por ejemplo, las cuerdas de una guitarra pueden estar muy tensas o poco tensas. Cuando están muy poco tensas, la guitarra prácticamente no suena; pero cuando están excesivamente tensas, la guitarra produce notas cada vez más agudas,
rompiéndose fácilmente por la presión de la tensión. Por ello, la afinación correcta de una guitarra se sitúa en el término medio, en el lugar donde suena bien y puede hacer buena música.

Esto es exactamente lo que sucede con la ansiedad. Existe una presión básica que toda persona necesita; pero cuando hay una excesiva tensión es cuando se produce la ansiedad tóxica.

Preocupaciones que uno no puede controlar como ‘y si pierdo el trabajo…’, ‘y si no me va a ir bien este negocio…’, ‘y si no me van a querer…’, ‘y si no me separo…’, todas estas preocupaciones no resueltas son las que nos pueden llevar a un trastorno de ansiedad. Son preguntas del futuro que no tienen respuesta o, más concretamente, que tienen una respuesta catastrófica.

El pesimismo es una característica habitual del ansioso. Este tipo de persona siempre ve el final de la película: ve que lo echarán del trabajo, ve que la relación le irá mal, ve que no será capaz de cumplir un objetivo y casi siempre imagina un futuro negro.

Es entonces cuando el organismo reacciona con taquicardias, con sudoración, con mareos, con constipados, con problemas de sueño, durmiendo todo el día o no durmiendo nada, con problemas de alimentación, comiendo mucho o no comiendo nada…

El cuerpo está avisando de que hay una preocupación que es tóxica. En el caso extremo del proceso, se dan casos de angustia profunda, en los que el individuo siente que se va a morir, por lo que, por ejemplo, puede ir al cardiólogo para hacerse pruebas, sin dar resultados positivos, o puede estar andando por la calle y sentirse angustiado hasta el punto de sufrir mareos, sudoraciones y trastornos generales sin existir una razón orgánica para tales alteraciones.

El cuerpo reacciona negativamente al proceso de angustia sin, en realidad, tener ninguna razón orgánica que lo produzca.

Otra emoción que puede ser tóxica es la angustia. La angustia es como la alarma de un coche: si alguien quiere robarlo, suena; pero si la alarma suena en cualquier momento, significa que el coche está funcionando mal.

La angustia es buena frente a una situación de desafío o cuando tenemos realmente miedo por algo puntual. Ahora bien, si la angustia es permanente o se dispara aleatoriamente en cualquier momento, estamos frente a una angustia tóxica.

Otra emoción tóxica es la envidia.

Es una emoción que por fuera parece dar una imagen normal, pero por dentro sufre la carga de la disconformidad y el deseo incontrolado.

La envidia puede ser muy falsa, porque aparenta para sobrevivir. Muchas veces se oye decir: ‘tengo envidia sana’, como si, por poner un ejemplo paralelo, se pudiera tener un cáncer terapéutico.

No existe el cáncer terapéutico como no existe la envidia sana. La envidia es una emoción tóxica que se alimenta de un deseo totalmente incontrolado, de una emoción desbocada, que intenta descalificar para adquirir una supuesta seguridad propia.

Para vencer la envidia como para vencer otras emociones nocivas es conveniente tener conciencia de que existen y que nos afectan. Es el primer paso.

Una emoción negativa, es tóxica para el cuerpo e interfiere en su equilibrio y su funcionamiento armonioso.

El miedo, la ansiedad, la ira, el rencor, la tristeza, el odio o el intenso disgusto, los celos, la envidia; todos ellos perturban el flujo de energía a través del cuerpo, afectan al corazón, al sistema inmunitario, a la digestión, a la producción de hormonas, etc.

Hasta la medicina convencional, que todavía sabe muy poco sobre el funcionamiento del ego, está empezando a reconocer la conexión entre los estados emocionales negativos y las enfermedades físicas.

Una emoción que daña al cuerpo infecta también a las personas con las que se está en contacto e indirectamente, por un proceso de reacción en cadena, a muchas otras con las que uno no trata nunca.
Hay un término genérico para todas las emociones negativas: infelicidad.

Entonces, ¿las emociones positivas tiene el efecto contrario en el cuerpo físico? ¿Refuerzan el sistema inmunitario, vigorizan y sanan el cuerpo? Desde luego que sí, pero es preciso diferenciar entre emociones positivas generadas por el ego y emociones más profundas, que emanan del estado natural de conexión con el Ser.

Las emociones positivas generadas por el ego contienen ya sus contrarias, en las que pueden transformarse rápidamente.

Veamos algunos ejemplos: lo que el ego llama amor es sentido de posesión y apego adictivo, que puede transformarse en odio en un segundo.

La expectación ante un suceso venidero, que es la sobrevaloración del futuro por el ego, se transforma fácilmente en su contraria – frustración o decepción – cuando el suceso ha terminado o no cumple las expectativas del ego.

El elogio y el reconocimiento te hacen sentir vivo y feliz un día; ser criticado o no reconocido te hace sentirte rechazado y desdichado al día siguiente.

El placer de una fiesta salvaje se convierte en tristeza y resaca a la mañana siguiente.

No hay bueno sin malo, no hay subida sin bajada.

Las emociones generadas por el ego proceden de la identificación de la mente con factores externos que, por supuesto, son todos inestables y pueden cambiar en cualquier momento.

Las emociones más profundas no son en realidad emociones, sino estados del Ser.

Las emociones existen en el reino de los contrarios.

Los estados del Ser pueden estar eclipsados, pero no tienen contrarios. Emanan desde el interior, como el amor, la alegría y la paz que son aspectos de tu auténtica naturaleza.

Eckhart Tolle, El Poder del Ahora

 
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