Pasamos la mayor parte de la existencia buscando…, indagando en
creencias, religiones, pensamientos y diversas vertientes que van de
alguna manera supliendo nuestras necesidades en determinados momentos.
¿Pero qué pasa cuando se llega al punto de que ninguna de las
opciones experimentadas nos brinda una satisfacción plena o permanente?;
cuando nuestra razón exige ir más allá, es aquí donde nos llega el
momento de dar vuelta y buscar en nuestro interior, mirar hondo, sin
temores y con la mente despejada y sin prejuicio.
Resulta irónico que lo que necesitamos esté tan cerca de nosotros y
sea lo último que observemos, pero esto no es en vano, es precisamente a
través del agotamiento de cada una de nuestras vivencias que nos
permitimos abrirnos con humildad a nuestro propio ser, y en principio
mantenernos en el estado de serenidad requerido se hace una ardua tarea,
nos dejamos invadir constantemente con miles de pensamientos que nos
abordan, en forma de preocupaciones, ideas, cuestionamientos, críticas o
de cualquier manera posible, y nuestro momento de mantenernos centrados
en el presente es arrebatado por la intranquilidad y la duda ante todo.
Para lograr el disfrute pleno de nuestro ser, libre de prejuicios y
lleno de razón, es necesario no vivir de nuestro pasado ni planificando
el futuro, sólo vivir el presente eterno, de manera consciente, plena y
atentos a todo lo que sucede en nuestro entorno, sin juzgarlo, sin
predecirlo, sin entorpecer, simplemente atentos y en disposición.
Es necesario llegar a entender que todo lo que ocurre es
causa-efecto, que nada es casualidad, y que la causalidad reúne todo lo
necesario para que se den los hechos, no es bueno ni malo, solo es y
nuestra manera de asumir las cosas hará la diferencia.
Tomamos decisiones, asumimos responsabilidades y vivimos el día a
día…, se presentan situaciones que vemos muchas veces como problemas y
nos dejamos abatir, pero no nos damos cuenta que el camino del
sufrimiento es siempre una elección, y que tendremos siempre el libre
albedrío para determinar nuestra actitud frente a la vida, a las
circunstancias y a las consecuencias de las decisiones tomadas.
La felicidad no la puede proporcionar nada externo, siempre ha estado
en nuestro interior esperando ser hallada, porque la felicidad son
instantes pero la plenitud es permanente y solo puede generarse de
nosotros mismos. No es vivir la vida como la única o la última, es vivir
la vida en el presente, disfrutando y palpando la plenitud en cada
instante, con serenidad, con sosiego, con humildad y con la plena
convicción de que toda decisión que parta del amor jamás será una
decisión incorrecta.
Esa oscuridad interior que llamamos ignorancia, es la raíz del sufrimiento. A mayor luz interior, menor oscuridad. Ésta es la única forma de alcanzar la salvación.―Dalai Lama