Solemos asumir que las habilidades son positivas. Por tanto, mientras más habilidades desarrollemos, mejor. De esta forma, también cometemos el error de asumir que una persona habilidosa es mejor que otra que tiene menos habilidades. Así, preferimos a nuestro lado, ya sea en el trabajo o en la vida cotidiana, a los más habilidosos. Sin embargo, lo cierto es que las habilidades no son intrínsecamente positivas, depende de cómo las usemos.
La “Inteligencia Emocional”, un concepto acuñado en 1990 por Salovey y Mayer y posteriormente popularizado por Daniel Goleman, se ha promocionado como una habilidad clave para el éxito. Todos quieren desarrollar sus competencias emocionales y desean tener en su equipo a personas con una elevada Inteligencia Emocional.
Y no es para menos ya que la mayoría de los estudios realizados muestran que las personas con una mayor Inteligencia Emocional suelen tener menos problemas de salud, llegan más lejos en su carrera profesional, son más eficientes y reportan una mayor satisfacción en sus vidas, además de tener menos problemas interpersonales.
Sin embargo, este constructo, que implica la capacidad para percibir y comprender las emociones propias, gestionarlas de manera adecuada y expresarlas de forma asertiva, no es la panacea. Existen otros estudios, que han recibido menos atención mediática, en los que los investigadores se han centrado en analizar cómo las personas utilizan estas habilidades, llegando a la conclusión de que la Inteligencia Emocional tiene un “lado oscuro”.
De hecho, hace poco un grupo de psicólogos austriacos analizaron a 594 personas y encontraron una correlación entre la Inteligencia Emocional y el narcisismo, indicando que en muchas ocasiones esta habilidad se utiliza para “seducir y conquistar” a los otros, para satisfacer sus propios intereses a despecho de las necesidades ajenas.
No se trata del único estudio que ha hallado esta correlación. Una investigación llevada a cabo en la Universidad de Michigan con 184 personas reveló que los rasgos narcisistas están profundamente vinculados con la capacidad para reconocer las emociones, una pieza clave para poder manipular a los demás.
De hecho, la habilidad para captar y comprender las emociones ajenas suele despertar la empatía, pero también se puede traducir en un comportamiento manipulador, como el que a menudo ponen en práctica las personas narcisistas.
Por si fuera poco, otro estudio realizado en la Universidad de Toronto descubrió que las personas con una elevada Inteligencia Emocional son más propensas a avergonzar a los demás en público, a menudo solo para lograr reconocimiento. Curiosamente, en este estudio también se apreció que estas personas son mejores reconociendo las emociones negativas que las positivas.
Esto indica que han desarrollado una habilidad especial para detectar aquellos estados emocionales en los que estamos más vulnerables, para aprovecharlos a su favor y manipularnos. Por ejemplo, se apreció que estas personas pueden captar con extrema facilidad estados de duda, detectando expresiones faciales que denotan incertidumbre y falta de confianza. Obviamente, cuando dudamos somos más vulnerables a las opiniones y las presiones de los demás, por lo que a los manipuladores les resulta más fácil lograr su objetivo.
Por supuesto, esto no significa que todas las personas con una elevada Inteligencia Emocional sean narcisistas y/o manipuladoras, pero es importante tener en cuenta que las habilidades, de por sí, no son negativas ni positivas, depende de cómo las utilicemos.