¿Eres capaz de respetar a cada persona tal y como es? ¿O a menudo experimentas ira, resentimiento, celos y otros sentimientos negativos hacia aquellos que no se comportan como tú pretendes? Aceptar a los demás tal como son, aunque a veces nos cueste, se trata de una experiencia muy liberadora. ¿Por qué? A lo largo del artículo lo irás averiguando.
Aceptar las diferencias es aceptar a los demás tal como son
Realmente todos somos únicos, tanto en nuestra forma de ver la vida como en nuestras actitudes, sentimientos y experiencias. Nunca ha habido un duplicado exacto de nosotros, ni nunca lo habrá. Eres irrepetible, no existe nadie como tú en todo el mundo, ¿eres consciente de ello?
Son justamente las diferencias y características personales las que hacen que la vida sea interesante, un desafío.El trato con otras personas que ven la vida de forma diferente es lo que hace más ricas a las relaciones. Lo lamentable es que estas diferencias a menudo pueden llevar (si no se gestionan bien) a conflictos sin resolver, a estrés y decepciones.
Es fundamental aceptar la singularidad de los individuos, sin embargo no es tan sencillo como decirlo. En las relaciones de pareja, por ejemplo, nos hacemos una idea de cómo debe ser nuestra “media naranja” y cómo debe actuar según nuestros estándares y esperamos que lo haga así. Por supuesto, esto no va a ocurrir y los problemas surgirán, siempre y cuando tengamos expectativas rígidas.
No podemos culpar a los demás por no ser como a nosotros nos gustaría. El porqué de una relación de pareja o amistad es pasarlo bien juntos, lograr un enriquecimiento mutuo, no cambiar a nadie.
No todo nos va a agradar
Hay algo que tenemos que tener claro: ¿la conducta del otro que no nos gusta es incorrecta?, ¿o es solo que nosotros haríamos las cosas de otra forma? Al no establecer esta diferenciación, acabamos viendo muchas actitudes que no nos gustan de nuestra pareja o nuestros amigos.
No estar de acuerdo con la conducta de alguien no significa que sea una conducta incorrecta. Tendemos a interpretarlo todo desde un punto de vista egocéntrico y pensamos que nuestra realidad es la correcta. Es importante saber que todos somos diferentes.
Aceptar a los demás tal como son no siempre equivale a estar de acuerdo en su forma de pensar, sino respetar sus gustos, preferencias y formas de ver la vida.
No debemos exigir de los demás que actúen, piensen y trabajen igual que nosotros, porque esa actitud nos va a ocasionar problemas, indefectiblemente. Cuando estamos mirando lo que hacen los demás, nos perdemos la oportunidad de disfrutar el presente con ellos, sin establecer juicios paralelos.
¿Qué hacer cuando consideramos que un comportamiento es indeseable?
En estos casos, lo importante es comentar el tema y dialogar con la persona acerca de su actitud. Las formas son importantes a la hora de pedir a alguien que cambie porque en ocasiones podemos echar todo a perder y conseguir justamente lo contrario a lo que buscábamos.
Es fundamental ser asertivos y empáticos. Además, es importante no confundir un comportamiento indeseable de alguien con la persona en sí. Conocemos a muchas personas que las podemos calificar de maravillosas pero (siempre el incómodo pero) tienen alguna que otra conducta un tanto molesta.
Nadie cambia sin más, simplemente porque adivinan lo que tú quieres; no funciona así. Y si esperas que esto ocurra, vas a ir enfadándote cada día más, hasta que un día cualquiera “todo explote.” No podemos pretender cambiar a otras personas, pero sí podemos hablar sobre lo que nos incomoda. Y con el paso del tiempo podemos ir puliendo aquello que realmente vemos que puede resultar incómodo a los demás.
Es mucho más productivo y eficaz comentar con el otro qué es lo que te molesta, explicarle qué te afecta y cómo te hace sentir. De esa forma el otro no se siente insultado, ni tampoco agredido y así es más probable que cambie su actitud. Asimismo, es obvio que nosotros tenemos que estar abiertos a los comentarios de los demás cuando nos sugieran que cambiemos algo, a fin de buscar la forma de convivir mejor y más a gusto.
¿Y si no fueran los demás?
¿A quién queremos cambiar? Si la lista es muy larga, quizás sea hora de reflexionar al respecto. Si nos sorprendemos queriendo a cambiar a un número de personas bastante elevado, es posible que el «problema» radique en nosotros. ¿Por qué nos molesta todo? ¿Por qué queremos cambiar tanto a los demás? Esto sí podría representar un punto de inflexión importante en nuestra relación con los demás. Probablemente ello signifique que tenemos bastante trabajo que hacer sobre nosotros mismo antes de encontrar la verdadera felicidad.
Si no somos capaces de aceptar a los demás tal como son quizá deberemos pensar en si estamos muy aferrados a nuestra forma de ver la vida y tener en cuenta que existen cientos de puntos de vista sobre la realidad que nos envuelve.
Sin embargo, si la lista no es muy larga y solo tenemos ciertos malos entendidos o roces con pocas personas, lo mejor será hablar. Encerrarse en nuestro punto de vista y llenarnos de orgullo será lo peor que podamos hacer. Si realmente nos importa el bienestar de una relación de pareja, de amistad o familiar, a veces, debemos ceder un poco los dos. «Yo me adapto un poco a ti y tú un poco a mí», pero sin cambiar la esencia de la otra persona.
Debemos ver si realmente la otra persona nos enriquece, si nos llena, si nos complementa, si nos hace sentir bien, si podemos aprender. Si la lista de buenas cualidades es mucho mayor que algún roce tonto y ocasional, sin duda, lo mejor que podemos hacer es hablar, porque saldremos mucho más reforzados, conociendo mejor a la otra persona y estableciendo un vínculo mucho más sano y fuerte.
Recuerda que aceptar a los demás tal como son no siempre significa estar de acuerdo con su forma de pensar o con su conducta, sino respetar su forma de vivir la vida (mientras no hagan daño a nadie ni a sí mismos) y saber que nosotros también tenemos nuestra propia forma de interpretar todo lo que ocurre a nuestro al rededor.