Carta Para Liberarse Con Papá

31 de enero de 2019

Papá:

Siempre creí que yo no tenía nada que sanar contigo. Que mamá era la que había sido una bruja cruel que a punta de gritos e insultos había roto en mil pedazos mi corazón, y que tú eras ese caballero de la armadura perfecta divertido y genial. Todo iba bien papá, hasta que me casé. Y empecé a repetir a mi madre, a sentirme exhausta, cansada, ignorada, no apreciada, no valorada, enojada y sin ganas de vivir. 
Y un día me di cuenta que mi esposo me trataba como tu tratabas a mamá. Es verdad, tú te fuiste, no estuviste... sin embargo no escogí un hombre que me tratara como tú, escogí un hombre que me trata como tú tratabas a mamá. Y como duele papá. Cómo duele que te digan loca cada vez que quieres hablar de algo importante, cómo duele que no te den tu lugar, cómo duele que no respeten tu descanso, cómo duele esa falta de consideración, cómo duele que las labores del hogar y de los hijos no estén repartidas equitativamente, cómo duele darlo todo y que nadie lo aprecie, cómo duele saber que hay otra mujer que le quita lo que yo le ahorro, cómo duele papá.

Duele mucho no ser escuchada ni tomada en serio. Duele que ese hombre no respete tus límites, duele sentirse ignorada por el hombre que amas.

Esa violencia emocional es muy dolorosa. Es una violencia pasiva que no he sabido liberar más que a gritos y reclamos. Me he llenado de una amargura que inevitablemente se ha visto reflejada en eso tan sagrado que yo hubiera querido jamás lastimar.

Por eso mamá estaba tan triste, por eso tantas veces descargó en mí sin querer toda su furia, su rabia y frustración.

Supongo que por eso mamá vivía deprimida y enojada.

A veces pienso cómo hubiera sido mamá si tú hubieras sido un hombre fiel, que siempre la hubiera respetado, apoyado y te hubieras interesado en su mundo. Tal vez hubiera vivido menos enojada todo el tiempo.

Pero no te culpo papá, que tu padre tampoco te mostró con su ejemplo la dignidad con la que una mujer debe ser tratada. Y también sé que mamá tampoco tuvo ese ejemplo en casa, veo con tristeza cómo las historias se repiten, y sabes qué papá? ha llegado la hora de sanar nuestro linaje familiar.

Quiero perdonarte, por no haber sabido ser un mejor esposo con ella, por no haberme dado con tu actuar el ejemplo de cómo un hombre debe tratar a la mujer que ama, y a la vez la perdono a ella, por no haber sabido manejar tanto dolor, por no haberse sabido dar su lugar y haber descargado muchas veces en mí su impotencia. Los perdono a los dos, ambos hicieron lo mejor que pudieron con lo que recibieron de sus propios padres.

Sé que ahora, si pudieran, lo harían diferente. Ambos son inocentes, los miro con compasión y los abrazo en mi corazón con toda mi gratitud.

Yo soy lo mejor de ambos y les agradezco todo eso bueno que me dieron y que hoy me hacen la maravillosa persona que soy. Gracias padre, Gracias madre.

Sé que yo los escogí porque eran perfectos para mí y les agradezco los momentos dolorosos y también los momentos felices, porque ambos me han dado toda la enseñanza que me habita.

Hoy tengo la certeza de que soy digna de amor y que mi felicidad proviene de mí y de nadie más, y que un día el gremio masculino sabrá tratarme con el amor, admiración y respeto que merezco, y como sé que tu quieres que yo, tu hija amada, sea tratada papá.

Gracias papá por tener el valor de escucharme..

 
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