Dicen que uno de los peores miedos del ser humano es a la soledad, a que nos rechacen. Y lo cierto es que tiene sentido: sentirse rechazados por nuestros seres queridos, amigos o incluso gente desconocida es nuestro peor castigo. Somos seres sociales y necesitamos de interacción para subsistir.
Sí, el rechazo duele. De hecho, un estudio de la Universidad de Michigan ha concluido que nuestro cuerpo crea las mismas sustancias químicas cuando sufres un rechazo social que cuando te das un golpe.
Pero buscar la aprobación constante de los demás puede ser contraproducente. Si eres de los que busca ser aprobado, sonríes y le dices sí a todos, únicamente para agradar, acabarás por dejar de ser tú mismo y dependerás de otros para ser feliz o realizarte como persona.
Por desgracia muchos somos los que buscamos esa aprobación de los demás. Por un lado, nos han educado para caer bien, por otro, para conseguir nuestros propósitos, pensamos que deberíamos agradar.
¿Pero cómo establecer límites y no caer en la exageración?
Este pequeño test puede ayudarte a detectar si vives pendiente de lo que piensan de ti los demás o eres alguien a quien la opinión de otros no les importa en absoluto.
1. Tu forma de vestir
Empezamos por algo que a primera vista no tiene mucha relación con el miedo. Pero ¿te has parado alguna vez a pensar cómo vistes en tu día a día? O más bien, ¿por qué vistes de una forma u otra? ¿Qué te motiva, qué te frena, eres libre eligiendo tu ropa o tratas de pensar cómo van a verte los demás?
Es verdad que no somos totalmente libres a la hora de vestir, puesto que solemos adaptarnos a distintas situaciones sociales: no vestiremos igual para ir a trabajar que para una boda, por ejemplo. Pero si en tu día a día, el pensamiento que te guía es ¿qué pensarán de mi si visto esto o lo otro?, o si dejas de ser tú mismo para agradar a tu suegra o tu jefe, porque piensas que podrían rechazarte por tu forma de vestir, es posible que eres una persona dependiente en exceso de la opinión de los demás.
2. Tu forma de relacionarte con la familia
Durante años fui un gran apoyo de mi familia. Era la hija mayor y ayudaba a mi familia en multitud de ocasiones: comprar, cocinar, limpiar, hacer gestiones por internet, llevar a mi hermana pequeña al colegio o a clases de música. De hecho, me hacía cargo de muchas responsabilidades que no me correspondían.
Mi miedo era que si decía que no —aparte de llevarme una buena bronca—, mi familia dejaría de quererme, me rechazaría. Lógicamente era un miedo inconsciente y además irreal, pues una familia no quiere a sus hijos por lo que hacen, sino porque son sencillamente sus hijos.
¿Y tú? ¿Te desvives por tu familia o tu pareja, pensando que si dejas de hacer todo lo que haces por ellos, dejarán de valorarte?
3. Tu vida social
Algo parecido a lo que ocurre con la familia, sucede muchas veces en nuestra vida social. Los que tenemos miedo a ser rechazados por nuestros amigos, acabamos adoptando un papel pasivo o de ayudantes. Tratamos de agradar a nuestros amigos, a costa de nuestras propias prioridades. Les colmamos de regalos y atenciones. Decimos sí a todas sus propuestas. Somos los primeros en preocuparnos por ellos y preguntar cómo están: les llamamos, les escribimos emails, les invitamos a cenar o ir a eventos con nosotros.
Observa cómo te relacionas con tus amigos. Si eres el primero en prestarles la atención o tu ayuda. Si eres más el que escucha que el que habla de sí mismo. Si es así, tal vez quieras poner un poco más de distancia entre vosotros y ver si esa amistad es correspondida en su justa medida o se mantiene únicamente gracias a tus ganas de agradar.
4. Tu forma de comunicarte en el trabajo
El trabajo es otra área de gran importancia para detectar si el miedo al rechazo está presente en tu vida. Y es que en un ámbito de tu vida tan amplio, que te ocupa tantas horas al día, es casi inevitable que tus fortalezas y debilidades salgan a la luz diariamente.
¿Cómo te comunicas con tus compañeros, subordinados y jefes? ¿Propones cosas nuevas, eres capaz de expresar tu opinión o enfrentarte a un conflicto de forma abierta, o por el contrario, te sientes incapaz de hacerte oír y sólo acatas las órdenes y decisiones de otros?
Bien es cierto que la figura de un jefe puede imponer y jerárquicamente es alguien quien tiene más control que nosotros en un entorno laboral, pero una cosa es aceptar la jerarquía y otra ser alguien que está constantemente buscando agradar a su jefe, halagando en exceso a tu superior, riéndole todas sus gracias y dejando de ser uno mismo para caerle bien.
5. Comunicación no verbal
Tu voz, tus gestos, tu postura, tu forma de mirar y moverte delatan muchas veces tu necesidad de ser aprobado por otros.
Recuerdo que hace años asistí a una boda de unos amigos, boda que fue grabada en vídeo y que pude visionar tiempo después. Al verme en aquel vídeo, saludando a mis amigos, de repente me sentí a disgusto con lo que veía. Una chica tímida, siempre sonriente y encorvada, asintiendo con su cabeza, mientras conversaba con sus amigos...
Aunque no me oía, por mi forma de moverme y gesticular, podía percibirse que lo que buscaba era agradar a mis amigos, estar de acuerdo con ellos en todo. No era mi Yo real, sino una Yo que pedía a gritos ser aprobada. El problema claramente es que si uno no se aprueba a sí mismo, busca la aprobación de los demás. Y debería ser justamente al revés: primero me apruebo y luego los demás podrán aprobarme o no, pero eso ya no debería importarme tanto, pues no depende enteramente de mí.
6. Tus miedos y preocupaciones habituales
¿Cuáles son tus pensamientos habituales? ¿Eres una persona que se preocupa en exceso? ¿Piensas que puede suceder lo peor siempre?
Si estás siempre pendiente de cosas negativas, de querer controlarlo todo, es que básicamente no confías en ti ni tampoco en los demás. Crees que hay peligros por todas partes.
Imagina que te toca dar una charla en público. Dicen que la gran mayoría de personas tenemos el miedo a hablar en público por delante de nuestro miedo a la muerte. Creemos que los demás son enemigos y nos preocupa demasiado lo que puedan pensar de nosotros.
Esa voz interior llena de negatividad impide que una persona con miedo al rechazo pueda dar una charla de forma fluida, pues en lugar de pensar en el contenido de su mensaje, estará preguntándose si les gusta o no a los asistentes.
7. Lectura de pensamiento
¿Eres de los que siempre sabe lo que piensan los demás? Bueno, a todos nos ocurre, es bastante normal. El problema se da cuando realizamos la lectura de pensamiento de forma negativa, como te comentaba en el párrafo anterior.
Seguro que te suena eso de que alguien te mira y piensas: no le gusto, me mira mal. O alguien se ríe y piensas que se ríen de ti. O la típica situación de un jefe que aparece malhumorado en la oficina y te dices: seguro que he hecho algo mal, me van a echar.
Espero que este no sea tu caso, pero por desgracia sucede muchas veces. En realidad no podemos saber lo que pasa por la mente de otros y al final, si te soy sincera, nosotros no somos tan importantes para que los demás se pasen el día pensando en lo que hacemos o dejamos de hacer, ¿verdad? Pero los que sufrimos el miedo al rechazo, vemos peligros por todas partes, especialmente en los demás y creemos adivinar sus pensamientos.
8. No saber decir NO
Esto último ya lo comentaba más arriba. Si quieres agradar a toda costa a los demás, lo más sencillo es decirles sí a todo y así evitar problemas o que no te aprueben por tu actitud.
De hecho, muchos piensan que al decir no se rechaza a la persona, cuando en realidad no tiene por qué ser así. Probablemente se rechace una situación o una petición, pero no la persona en sí.
Obsérvate y piensa: ¿dices sí con demasiada frecuencia y te arrepientes después? Prueba y ensaya a decir no a todo durante un día y observa el efecto. Probablemente al principio te sientas raro e incómodo, pero poco a poco irás viendo que no hay nada terrible en decir no.
9. Dar explicaciones por todo
El no saber decir no muchas veces nos lleva también a dar excesivas explicaciones de por qué no puedes hacerlo. Esto es una clara ausencia de comunicación asertiva.
Decir NO no significa que tengas que justificarte, con dar una excusa es más que suficiente. Algunos expertos recomiendan utilizar el “no, pero”. Es decir, no puedes hacerlo tal como te lo piden o en el momento que te lo piden, pero tal vez más adelante podrías.
10. Evitación del conflicto a toda costa
Las personas con miedo a ser rechazados, normalmente huyen del conflicto o de la discusión. Pues conflicto para ellos significa rechazo. Si yo no estoy de acuerdo con alguien, ese alguien me desaprueba y por tanto, me rechaza. Y como el rechazo es mi peor pesadilla, prefiero no discutir y ceder, pues así me aseguro de que me siguen aprobando.
Conseguir desapegarnos de los demás, convertirnos en personas maduras emocionalmente, aprender a manejar nuestras emociones pueden ser las claves para ir poco a poco saliendo de este círculo vicioso que es la búsqueda de la aprobación de otras personas.
Si te has sentido reflejado en la menos la mitad de las situaciones planteadas más arriba, posiblemente tú también tengas cierta tendencia a buscar aprobación de los demás.
Sí, el rechazo duele. De hecho, un estudio de la Universidad de Michigan ha concluido que nuestro cuerpo crea las mismas sustancias químicas cuando sufres un rechazo social que cuando te das un golpe.
Pero buscar la aprobación constante de los demás puede ser contraproducente. Si eres de los que busca ser aprobado, sonríes y le dices sí a todos, únicamente para agradar, acabarás por dejar de ser tú mismo y dependerás de otros para ser feliz o realizarte como persona.
Por desgracia muchos somos los que buscamos esa aprobación de los demás. Por un lado, nos han educado para caer bien, por otro, para conseguir nuestros propósitos, pensamos que deberíamos agradar.
¿Pero cómo establecer límites y no caer en la exageración?
Este pequeño test puede ayudarte a detectar si vives pendiente de lo que piensan de ti los demás o eres alguien a quien la opinión de otros no les importa en absoluto.
1. Tu forma de vestir
Empezamos por algo que a primera vista no tiene mucha relación con el miedo. Pero ¿te has parado alguna vez a pensar cómo vistes en tu día a día? O más bien, ¿por qué vistes de una forma u otra? ¿Qué te motiva, qué te frena, eres libre eligiendo tu ropa o tratas de pensar cómo van a verte los demás?
Es verdad que no somos totalmente libres a la hora de vestir, puesto que solemos adaptarnos a distintas situaciones sociales: no vestiremos igual para ir a trabajar que para una boda, por ejemplo. Pero si en tu día a día, el pensamiento que te guía es ¿qué pensarán de mi si visto esto o lo otro?, o si dejas de ser tú mismo para agradar a tu suegra o tu jefe, porque piensas que podrían rechazarte por tu forma de vestir, es posible que eres una persona dependiente en exceso de la opinión de los demás.
2. Tu forma de relacionarte con la familia
Durante años fui un gran apoyo de mi familia. Era la hija mayor y ayudaba a mi familia en multitud de ocasiones: comprar, cocinar, limpiar, hacer gestiones por internet, llevar a mi hermana pequeña al colegio o a clases de música. De hecho, me hacía cargo de muchas responsabilidades que no me correspondían.
Mi miedo era que si decía que no —aparte de llevarme una buena bronca—, mi familia dejaría de quererme, me rechazaría. Lógicamente era un miedo inconsciente y además irreal, pues una familia no quiere a sus hijos por lo que hacen, sino porque son sencillamente sus hijos.
¿Y tú? ¿Te desvives por tu familia o tu pareja, pensando que si dejas de hacer todo lo que haces por ellos, dejarán de valorarte?
3. Tu vida social
Algo parecido a lo que ocurre con la familia, sucede muchas veces en nuestra vida social. Los que tenemos miedo a ser rechazados por nuestros amigos, acabamos adoptando un papel pasivo o de ayudantes. Tratamos de agradar a nuestros amigos, a costa de nuestras propias prioridades. Les colmamos de regalos y atenciones. Decimos sí a todas sus propuestas. Somos los primeros en preocuparnos por ellos y preguntar cómo están: les llamamos, les escribimos emails, les invitamos a cenar o ir a eventos con nosotros.
Observa cómo te relacionas con tus amigos. Si eres el primero en prestarles la atención o tu ayuda. Si eres más el que escucha que el que habla de sí mismo. Si es así, tal vez quieras poner un poco más de distancia entre vosotros y ver si esa amistad es correspondida en su justa medida o se mantiene únicamente gracias a tus ganas de agradar.
4. Tu forma de comunicarte en el trabajo
El trabajo es otra área de gran importancia para detectar si el miedo al rechazo está presente en tu vida. Y es que en un ámbito de tu vida tan amplio, que te ocupa tantas horas al día, es casi inevitable que tus fortalezas y debilidades salgan a la luz diariamente.
¿Cómo te comunicas con tus compañeros, subordinados y jefes? ¿Propones cosas nuevas, eres capaz de expresar tu opinión o enfrentarte a un conflicto de forma abierta, o por el contrario, te sientes incapaz de hacerte oír y sólo acatas las órdenes y decisiones de otros?
Bien es cierto que la figura de un jefe puede imponer y jerárquicamente es alguien quien tiene más control que nosotros en un entorno laboral, pero una cosa es aceptar la jerarquía y otra ser alguien que está constantemente buscando agradar a su jefe, halagando en exceso a tu superior, riéndole todas sus gracias y dejando de ser uno mismo para caerle bien.
5. Comunicación no verbal
Tu voz, tus gestos, tu postura, tu forma de mirar y moverte delatan muchas veces tu necesidad de ser aprobado por otros.
Recuerdo que hace años asistí a una boda de unos amigos, boda que fue grabada en vídeo y que pude visionar tiempo después. Al verme en aquel vídeo, saludando a mis amigos, de repente me sentí a disgusto con lo que veía. Una chica tímida, siempre sonriente y encorvada, asintiendo con su cabeza, mientras conversaba con sus amigos...
Aunque no me oía, por mi forma de moverme y gesticular, podía percibirse que lo que buscaba era agradar a mis amigos, estar de acuerdo con ellos en todo. No era mi Yo real, sino una Yo que pedía a gritos ser aprobada. El problema claramente es que si uno no se aprueba a sí mismo, busca la aprobación de los demás. Y debería ser justamente al revés: primero me apruebo y luego los demás podrán aprobarme o no, pero eso ya no debería importarme tanto, pues no depende enteramente de mí.
6. Tus miedos y preocupaciones habituales
¿Cuáles son tus pensamientos habituales? ¿Eres una persona que se preocupa en exceso? ¿Piensas que puede suceder lo peor siempre?
Si estás siempre pendiente de cosas negativas, de querer controlarlo todo, es que básicamente no confías en ti ni tampoco en los demás. Crees que hay peligros por todas partes.
Imagina que te toca dar una charla en público. Dicen que la gran mayoría de personas tenemos el miedo a hablar en público por delante de nuestro miedo a la muerte. Creemos que los demás son enemigos y nos preocupa demasiado lo que puedan pensar de nosotros.
Esa voz interior llena de negatividad impide que una persona con miedo al rechazo pueda dar una charla de forma fluida, pues en lugar de pensar en el contenido de su mensaje, estará preguntándose si les gusta o no a los asistentes.
7. Lectura de pensamiento
¿Eres de los que siempre sabe lo que piensan los demás? Bueno, a todos nos ocurre, es bastante normal. El problema se da cuando realizamos la lectura de pensamiento de forma negativa, como te comentaba en el párrafo anterior.
Seguro que te suena eso de que alguien te mira y piensas: no le gusto, me mira mal. O alguien se ríe y piensas que se ríen de ti. O la típica situación de un jefe que aparece malhumorado en la oficina y te dices: seguro que he hecho algo mal, me van a echar.
Espero que este no sea tu caso, pero por desgracia sucede muchas veces. En realidad no podemos saber lo que pasa por la mente de otros y al final, si te soy sincera, nosotros no somos tan importantes para que los demás se pasen el día pensando en lo que hacemos o dejamos de hacer, ¿verdad? Pero los que sufrimos el miedo al rechazo, vemos peligros por todas partes, especialmente en los demás y creemos adivinar sus pensamientos.
8. No saber decir NO
Esto último ya lo comentaba más arriba. Si quieres agradar a toda costa a los demás, lo más sencillo es decirles sí a todo y así evitar problemas o que no te aprueben por tu actitud.
De hecho, muchos piensan que al decir no se rechaza a la persona, cuando en realidad no tiene por qué ser así. Probablemente se rechace una situación o una petición, pero no la persona en sí.
Obsérvate y piensa: ¿dices sí con demasiada frecuencia y te arrepientes después? Prueba y ensaya a decir no a todo durante un día y observa el efecto. Probablemente al principio te sientas raro e incómodo, pero poco a poco irás viendo que no hay nada terrible en decir no.
9. Dar explicaciones por todo
El no saber decir no muchas veces nos lleva también a dar excesivas explicaciones de por qué no puedes hacerlo. Esto es una clara ausencia de comunicación asertiva.
Decir NO no significa que tengas que justificarte, con dar una excusa es más que suficiente. Algunos expertos recomiendan utilizar el “no, pero”. Es decir, no puedes hacerlo tal como te lo piden o en el momento que te lo piden, pero tal vez más adelante podrías.
10. Evitación del conflicto a toda costa
Las personas con miedo a ser rechazados, normalmente huyen del conflicto o de la discusión. Pues conflicto para ellos significa rechazo. Si yo no estoy de acuerdo con alguien, ese alguien me desaprueba y por tanto, me rechaza. Y como el rechazo es mi peor pesadilla, prefiero no discutir y ceder, pues así me aseguro de que me siguen aprobando.
Conseguir desapegarnos de los demás, convertirnos en personas maduras emocionalmente, aprender a manejar nuestras emociones pueden ser las claves para ir poco a poco saliendo de este círculo vicioso que es la búsqueda de la aprobación de otras personas.
Si te has sentido reflejado en la menos la mitad de las situaciones planteadas más arriba, posiblemente tú también tengas cierta tendencia a buscar aprobación de los demás.