Aquí os dejo una de las 31 meditaciones que contiene el libro "Una Llamada Al Amor" del sacerdote jesuita y psicoterapeuta conocido por sus libros y conferencias sobre espiritualidad, llamado "Anthony De Mello", un libro que ya he conseguido y no tardaré en leer.
Contempla con asombro la bondad absoluta de la rosa, de la lámpara, del
árbol, porque en ellos tienes la imagen de lo que sucede con el amor…
La primera cualidad del amor es su carácter indiscriminado.
Fíjate en una rosa: ¿puede acaso decir la rosa: “Voy a ofrecer mi
fragancia a las buenas personas y negársela a las malas”? ¿Puedes
imaginar una lámpara que niegue sus rayos a un individuo perverso que
trate de caminar por su luz? Observa cómo el árbol ofrece
indiscriminadamente su sombra a todos, buenos y malos, jóvenes y viejos,
altos y bajos, hombres y animales… incluso a quien pretende cortarlo y
echarlo abajo.
La segunda cualidad del amor es su gratuidad.
Al igual que el árbol, la rosa o la lámpara, el amor da sin pedir nada a
cambio. ¡Cómo despreciamos al hombre que se casa con una mujer, no por
las cualidades que ésta pueda tener, sino por el dinero que aporta como
dote! De ese hombre decimos que no ama a la mujer, sino el beneficio
económico que ésta le procura. Pero ¿acaso nuestro amor se diferencia
algo de ese hombre cuando buscamos compañía de quienes nos resultan
emocionalmente gratificantes y evitamos la de quienes no lo son; o
cuando nos sentimos positivamente inclinados hacia quienes nos dan lo
que deseamos y responden a nuestras expectativas, mientras abrigamos
sentimientos negativos o mera indiferencia hacia quienes no son así?
La tercera cualidad del amor es su falta absoluta de auto-consciencia, su espontaneidad.
El amor disfruta de tal modo amando que no tiene la menor consciencia de
sí mismo. La lámpara brilla sin pensar si beneficia o no a alguien. La
rosa difunde su fragancia simplemente porque no puede hacer otra cosa,
independientemente de que haya o deje de haber alguien que disfrute de
ella; lo mismo ocurre con el árbol que ofrece su sombra. Por tanto, no
tienen consciencia de poseer mérito alguno o de hacer bien.
La luz, la fragancia y la sombra no se producen porque haya alguien
cerca, ni desaparecen cuando no hay nadie, sino que, al igual que el
amor, existen con independencia de las personas.
Y la cuarta y última cualidad del amor es su libertad.
Fíjate cómo la rosa, el árbol y la lámpara te dejan completamente libre.
El árbol no va a hacer el menor esfuerzo por arrastrarte hacia su
sombra cuando corras el riesgo de sufrir una insolación y la lámpara no
va a ensanchar su haz de luz para que no tropieces en la oscuridad.
Piensa en la coacción a la que tú mismo te sometes cuando, para comprar
el amor y aprobación de los demás o, simplemente, para no perderles,
tratas de responder a sus expectativas. “Libertad” no es más que otra
palabra para referirse al amor y en el mismo momento en que entran en
juego la coacción, el control o el conflicto, muere la natural capacidad
de amar.